Comprendo que lo más inexplicable de la muerte es la desaparición, la extinción de todos los planes y deseos; la repentina ausencia de presencia y olor y ser y estar.Un ser humano murió dándome la mano. Fue una experiencia que me enriqueció más de lo que nunca hubiera podido imaginar. Él estaba muy enfermo, y mientras sus funciones vitales cesaban poco a poco, aparentemente ajenas a su piadosa inconsciencia, sentí piedad, sentí comunión, asombro y una tristeza que no se parecía exactamente a la tristeza.Hubo un instante en el que, mientras le hablaba, sentí claramente que dejaba de existir, que su corazón ya no bombeaba sangre ni los pulmones respiraban y de pronto, suavemente, ya no estaba allí. Eso fue todo. Creo que siempre eso es todo.
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