jueves, 4 de enero de 2024

Misión

Cuando tras los largos años de hibernación nuestra nave llegó al planeta que debíamos explorar y preparar para la llegada masiva de nuevos colonos, lo más impactante para mí fue su atmósfera, la pureza de su aire, la limpieza que llenaba nuestros pulmones maltrechos. El cielo no era tan azul como en la tierra sino más bien blanco, y la vegetación parecía sentirnos a nuestro paso. No había insectos ni pájaros. Acampamos cerca de la pequeña nave auxiliar que nos había llevado hasta allí y, tras días de investigación desde los drones y los sensores de la nave nodriza en órbita alrededor de aquel mundo, no encontramos señales de vida animal de ningún tipo, ni en tierra firme ni en los lagos y mares que existían allí. Sólo había algo semejante a la vegetación de nuestra patria, pero distinta, a medio camino entre la hierba y las anémonas. También los minerales del suelo parecían tener una organización, cierto sentido geométrico y casi antropomórfico: rocas, dunas, laderas, parecían querer comunicarse con nosotros. A nuestros ojos era un lugar vacío pero capaz de albergar la vida que pudiésemos traer desde nuestro planeta moribundo. Mientras tomábamos muestras y disfrutábamos de un aire más limpio del que nunca pudimos imaginar, ignorábamos absolutamente el futuro.

Sin comentarios