Ayer por la mañana me entregaron mi nuevo portátil, un precioso, blanco y flamante MacBook de Apple (vuelvo a casa). También en estas cosas soy un hombre vulgar: me encantan las máquinas, los coches, los ordenadores, las cámaras fotográficas, todos esos juguetes.
jueves, 8 de mayo de 2008
Juguetes
miércoles, 7 de mayo de 2008
Chimpancé
A mis hijos les digo una sola cosa: todo lo que os va a pasar, sea lo que sea, será extraordinario.
Y al decirles la verdad intento abarcar entre los brazos tantos frutos que, como le sucedía a un chimpancé que vi una vez en un documental de televisión, cuando recojo uno se me caen dos o tres, o cuatro, o cinco. Agradecimiento. Curiosidad. Placer. Dolor. Exploración.
martes, 6 de mayo de 2008
Sin título
No sé qué ha sucedido pero el sistema de iluminación de las calles de Binéfar se ha apagado durante un rato, no funcionaba. Sí lo hacía, curiosamente, el de las casas, cuyas ventanas eran las únicas fuentes de luz en medio de la noche. Los cuatro nos hemos asomado a la terraza. Resultaba extraño verlo todo tan oscuro. Yo no llevaba más que un pantalón corto y he sentido frío en la espalda desnuda. En realidad, ahora que ya se ha solucionado, me doy cuenta de que las farolas sólo emiten un fulgor amarillento que baña las fachadas y los muros; parece mentira que tan poca cosa pueda, sin embargo, hacer invisibles la mayoría de las estrellas que salpican el firmamento y que durante el apagón han resucitado, muertas hace millones de años, con tal conmovedor anhelo de eternidad.
domingo, 4 de mayo de 2008
Un puente de mayo
1.
Los habitantes de las grandes ciudades se van a ciudades y pueblos más pequeños. Los habitantes de los pueblos que hacen puente acuden a las ciudades grandes a comprar y comprar y comprar. Las carreteras están colapsadas por lo coches. Ya hace calor. El cielo es azul cielo. Los campos son verdes (levánteme, madre, al salir el sol, fui por los campos verdes a buscar mi amor, fui por los campos verdes a buscar mi amor).
2.
Sé que la idea es ridícula, pero tras varias horas en el centro comercial rodeado de centenares, probablemente miles de seres humanos de rostros desconocidos, envuelto en la música ambiental más abyecta que uno pueda imaginar, asaltado por el zumbido invisible de la electricidad estática que emiten toneladas de plásticos y tejidos, siento ganas de ponerme a gritar como un animal salvaje, gritar y gritar y gritar. Pero Maite y Paula parecen estar pasándoselo bien, de hecho evitan mirarme para que el color cetrino de mi piel y mis ojos hundidos por la miseria no les amargue su día de compras. Oh, misericordia.
3.
Sobre la mesa, bajo el porche, hay costillas y chuletas de cordero a la brasa de sarmientos, salchichas, chistorra, patorrillo, pimientos rojos asados aliñados con ajo crudo picado y aceite de oliva virgen, ensalada de lechuga y cebollas tiernas recién recolectadas, espárragos cocidos, vino Plandenas. En el aire del huerto de mis padres flotan, igual que la nieve, algodonosas semillas de chopo. Celia y Olivia, mis adorables sobrinas pequeñas, van también de aquí para allá, tan ligeras e inocentes como aquellas.
4.
Teresa sale al escenario, saluda inclinándose hacia adelante y se sienta frente al piano de cola. La primera vez que la vi tocar, en el Conservatorio de Monzón, ella debía de tener quince o dieciséis años. Maite me dijo que una alumna suya del instituto daba un concierto de piano y fuimos a verla. Me quedé asombrado, estupefacto. Han pasado diez años, ella estudió la carrera musical con los máximos honores, ganó una importante beca de veinte mil euros que le abrió las puertas de Salzsburgo, está al principio del camino. El concierto de esta tarde ha sido un regalo, un verdadero lujo. Yo sé, si sucede lo que le deseo y sin duda alguna merece, que en años futuros será difícil que encuentre tiempo para tocar para nosotros, en este rincón del mundo.
miércoles, 30 de abril de 2008
Pello Azketa
Descubrí a Pello Azketa a través de una maravillosa película documental de Mercedes Álvarez, El cielo gira, en la que él participa. Absolutamente recomendable, una verdadera joya.
Anotado por Jesús Miramón a las 19:27 | Nombres propios
martes, 29 de abril de 2008
A finales de abril
Los alienígenas llegaron a finales de abril, y eran iguales que nosotros pero un poco más altos. Hablaban en español y su voz sonaba muy suave, aterciopelada como un trago de vino bueno.
Una vez nos hubieron reunido alrededor de sus platillos voladores nos dijeron, sin un atisbo de emoción, que debían matarnos a todos, y cuando les preguntamos el motivo de tales propósitos afirmaron que no estábamos preparados para comprenderlo, que nuestro desarrollo cultural y tecnológico no nos capacitaba para entender la minucia que significábamos en realidad en la inmensidad del cosmos.
Sin embargo nuestro desarrollo cultural y tecnológico sí nos capacitaba, en respuesta a su comunicación, para acabar con ellos a puñetazos, cuchilladas, pedradas y disparos de escopeta. Ellos sí que morían sin entender nada, sus grandes ojos azules abiertos e insensibles a la luz del sol, aquella sangre blanca como savia de amapola empapando el suelo.
A lo largo y ancho del planeta supimos defendernos, lo mismo en Nueva Guinea que en Vladivostok. Saber que querían aniquilarnos y asesinarles para impedirlo era todo uno y facilísimo, no sé qué se pensaban que éramos los humanos, casi resultaba un juego de niños acabar con ellos. No deja de ser curioso que ninguno intentase escapar y huir en sus naves; que, como quien dice, se dejasen linchar por las multitudes que sus espectaculares aterrizajes congregaban. Seguimos ignorando también cuál iba a ser el método empleado para acabar con nosotros, cuál el arma, ellos no portaban ninguna.
Nadie, ni siquiera los mejores pilotos de las distintas fuerzas aéreas de la tierra, pudo extraer de los mandos de aquellos nacarados platillos una sola respuesta mecánica, un movimiento, un sonido siquiera. Pasaron los años y en poco tiempo la toxicidad de nuestra atmósfera oxidó las estructuras y las redujo a polvo rojo que el viento esparció sobre playas, bosques y campos de cultivo.
···
Estamos a finales de abril. Obviamente todo lo que he contado aconteció en vida de los tatarabuelos de mis tatarabuelos. En los principales museos del mundo se exhiben miles de obras de arte donde aparecen los alienígenas, su sacrificio es el núcleo fundacional de muchas religiones. Salgo al porche de la casa y contemplo el mar. Grandes bloques de hielo flotan sobre la superficie de plata. Un ruido en la espesura interrumpe mis cavilaciones. Bajo la luz de la luna reconozco la inconfundible silueta del tigre de Tasmania, una verdadera plaga últimamente, alejándose.
domingo, 27 de abril de 2008
No mueren aún
Creo que no pasa un día sin que, de un modo u otro, nos acordemos de los padres de Maite. Hoy, por ejemplo, mientras recogíamos la vajilla después de comer paella, hemos comentado lo mucho que le gustaba al yayo Antonio el arroz con costillicas de cerdo. Otras veces utilizamos sus expresiones, como cuando Josefina decía con su potente voz de jotera: "¡Esta comida está muy güeee-naaa!", tanto la usamos que si uno de nosotros, tras llevarse la cuchara o el tenedor a la boca, comienza a decir: "Esto está muy.... ", de inmediato otro termina la frase con un: "Güeee-nooo", y nos reímos.
Es así como los muertos resucitan a nuestro lado durante un instante, sanos, felices, verdaderos, intactos, y no mueren aún.
jueves, 24 de abril de 2008
¡Ay, mísero de mí!
Me arrastro y gimo por el suelo:
¡ay, mísero de mí! ¡ay, infelice!
¿Pues no he engordado sin parar
desde la última navidad?
¡Yo, que el año pasado
vencí con mi voluntad
todas las tentaciones
y pecados capitales!
¡Yo, que llegué a hacer
incluso abdominales!
Abominable oso ahora soy,
yeti vago, macaco
legañoso, súcubo de sofá,
sostén de vasos tintineantes,
rastreador inestable,
mirador de espejos, mapas
y balanzas, miramón
de nubes y lombrices.
Me arrastro y gimo por el suelo:
¡ay, mísero de mí, porco felice!
miércoles, 23 de abril de 2008
Globos de colores
Un hombre decide volar por el cielo sostenido por mil globos de colores de los que se utilizan en las fiestas infantiles. Tiene cuarenta y dos años, es sacerdote católico de profesión y desea aprovechar su hazaña para, por un lado, protestar en favor de los camioneros brasileños, y por otro batir un récord de vuelo, actualmente en posesión de un norteamericano que permaneció en el aire de tal guisa durante diecinueve horas. Celebra una última misa, se envuelve en ropa de abrigo, se sienta en el arnés que ha preparado para su aventura, se eleva sobre el gentío que ha venido a contemplar el espectáculo, y desaparece. Las fuerzas aéreas y la marina de Brasil lo buscan desde hace dos días.