Estoy tumbado sobre la arena. El constante batir de las olas mece mi sopor, interrumpido de vez en cuando por algunos gritos infantiles o el pedorreo de una motocicleta que pasa. No llego a dormirme, nunca he podido hacerlo en público, pero cierro los ojos mientras mi sistema digestivo hace su trabajo con el arroz, el marisco y el vino. Al cabo de un rato los abro. Veo un avión de pasajeros que se adentra sobre el Mediterráneo dibujando lentamente en el cielo el rastro blanco de su maniobra de aproximación al aeropuerto de Barcelona. Imagino a los viajeros aéreos contemplando el perfil de la costa a través de las ventanillas presurizadas, imagino cómo disfrutan del nítido contraste entre los tonos pardos y marrones de la superficie terrestre y el oscuro azul del mar. Pienso en lo extraño que resulta que ellos estén allí arriba, viéndome sin saber que existo, y yo esté aquí, tumbado en una playa de Sitges, observando el avión de alas rojas en cuyo interior sé que ellos existen.
viernes, 20 de marzo de 2009
jueves, 19 de marzo de 2009
Decimonoveno día
Mañana de muchísimo trabajo, sin tiempo casi para respirar, y por la tarde, con la comida en la boca, viaje a Lérida para las citas de Paula y Carlos con el dentista. En la clínica hace muchísimo calor y encima, como siempre, tenemos que esperar casi una hora porque llevan retraso. Cuando regresamos a casa son las siete y media y estoy cansado, muy cansado y de mal humor. Me sirvo una cerveza fría y vengo a la cama a leer un rato. Sé que cuando estoy cansado y de mal humor lo mejor que puedo hacer es desaparecer un rato.
miércoles, 18 de marzo de 2009
Decimoctavo día
Escucho el estruendo de los cascos de un caballo en la calle y salgo corriendo al balcón para mirar. Todos los niños que a estas horas acuden a la escuela municipal de música hacen lo mismo que yo, entusiasmados: ¡hala, un caballo!, ¡un caballo! Las madres se lo señalan a los bebés más pequeños: ¡mira, un caballo! Levanto la vista y descubro que más personas se han asomado en otras ventanas y terrazas. El jinete, un joven con una pequeña mochila azul en la espalda, avanza al paso junto a los coches aparcados en la acera hasta llegar a la esquina, girar y desaparecer. Es entonces cuando se rompe el hechizo y la vida regresa al punto donde se detuvo. Los estudiantes de música prosiguen su camino. Los espectadores de las casas regresamos a su interior. El eco de los cascos entre los edificios se extingue poco a poco.
martes, 17 de marzo de 2009
lunes, 16 de marzo de 2009
Decimosexto día
Tarde radiante. En la agencia apagamos los fluorescentes y trabajamos con la luz natural que entra a raudales por las ventanas. Cuando abramos las puertas al público toda esa luz se ensombrecerá a medida que algunos hombres y mujeres nos cuenten cómo y cuánto les está afectando la crisis económica. Un joven de Gambia que trabaja en unas famosas bodegas me contará que el pasado seis de marzo cobró la nómina de enero y no sabe cuándo cobrará la de febrero. Un hombre de cincuenta y seis años querrá saber en qué situación quedaría si cerrase el sitio donde trabaja, una fábrica de plásticos para la automoción que desde hace semanas está en la cuerda floja. Una chica embarazada de muchos meses me preguntará si todavía se mantiene la prestación de dos mil quinientos euros por nacimiento de hijo, yo le diré que sí, que no ha habido ningún cambio, y ella me dirá que en la calle se rumorea que van a eliminar esos gastos, me dirá que a su marido se le termina el desempleo dentro de dos meses, me dirá: "en buen momento hemos ido a tener un hijo, no sé qué será de nosotros".
Regreso a Binéfar por la carretera. La naturaleza florece ajena absolutamente a nuestras pesadumbres. Un poco más allá de la bodega de vino que no puede pagar a sus trabajadores algunos tramos del arcén parecen un verdadero jardín. La semana pasada le comenté a un agricultor lo bonito que estaba el campo y él me contestó con un refrán que no conocía: "flor de almendro, hermosa y sin provecho". Lo recuerdo mientras conduzco junto a los arbolillos de delicados pétalos blancos, hermosos, efímeros.
Anotado por Jesús Miramón a las 19:32 | Diario , Vida laboral
domingo, 15 de marzo de 2009
Decimoquinto día
No quiero ser el mejor. No quiero llegar más lejos que nadie. No quiero ser rico. No quiero ser el más original. No quiero competir, no quiero perder o vencer, triunfar, fracasar, no. Yo soy un poco más ambicioso que todo eso. Lo único que deseo es aproximarme lo más posible a la verdad.
sábado, 14 de marzo de 2009
Decimocuarto día
Avanzo a horcajadas
sobre el cuello de un elefante.
Avanzo asomado
a la proa del navío.
Bosques y océanos
se abren mansamente a mi paso.
viernes, 13 de marzo de 2009
jueves, 12 de marzo de 2009
miércoles, 11 de marzo de 2009
Undécimo día
En realidad la absurda disciplina que estoy aplicando a esta serie de números ordinales, una serie que comenzó por pura casualidad al titular "Primer día" la nota del uno de marzo y que continuará día tras día hasta el treinta y uno, que se titulará "Último día", en realidad esta disciplina sin sentido, digo, debería aplicarla a la no por dinámica menos triste tarea de adelgazar. La bicicleta estática yace olvidada en la oscuridad de una habitación de arriba. El pitido electrónico de sus cuentakilómetros y cuentacalorías suena rítmicamente en mi conciencia. Bip-bip, bip-bip, bip-bip. Bip-bip.