Las noticias sobre la crisis económica en Irlanda, una de las últimas víctimas del robo del siglo, me hacen recordar la amabilidad de sus habitantes, la belleza de Connemara, el olor de sus playas invadidas por las algas, las casas abandonadas cubiertas de zarzas y enredaderas.
viernes, 19 de noviembre de 2010
lunes, 15 de noviembre de 2010
Lunes por la noche
Sopla un viento frío,
vanguardia del invierno,
exploradores a cuyos ojos
nada escapa.
jueves, 11 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
Borrador
Sueño con una almazara cerca de la playa. En alguna parte hay un campamento de jóvenes. Conozco a unas chicas, hablamos junto al mar. Yo también soy mucho más joven, tal vez adolescente. La Playa. La costa. Casas de pescadores. Una plaza. La prensa comprime las olivas. El aceite virgen cae en un depósito de plástico. Una voz adulta dice detrás de mí: «¡Es extraordinario!».
viernes, 5 de noviembre de 2010
La primera estación
Se encontraba en medio de un pequeño bosque. El viento agitaba las copas de hojas amarillas convirtiéndolas en un gran sonajero y haciendo que algunas de ellas se desprendiesen y cayesen sobre él. Podía sentir el olor del suelo de hierba cubierto de hojarasca. Cantó un pájaro.
Despertó. Abrió los ojos a la tenue oscuridad de la cabina e inmediatamente volvió a cerrarlos tratando de recuperar el sueño durante unos segundos más, siquiera un instante, pero ya era demasiado tarde, los árboles y el viento se habían desvanecido. Se irguió en la cama y contempló el cosmos a través del ojo de buey. Ni él ni sus padres habían conocido los viejos bosques de la tierra, ¿de dónde provenían aquellos sueños, unas imágenes tan vívidas? Consultó la hora. Pronto entraría de guardia en uno de los puentes de proa. Qué destino tan amargo era el suyo, haber nacido y estar condenado a morir en una de las arcas, prisionero y esperanza al mismo tiempo. Serían sus tataranietos quienes tuviesen el privilegio de llegar a un mundo nuevo en el que les esperaban los descendientes de los colonos exploradores que habían partido antes que ellos, dos siglos atrás. Por lo que sabía no se encontrarían con bosques de hojas amarillas agitadas por el viento, aunque sí con inmensos océanos de un azul que no podía imaginar pero sí soñar. Se puso en pie, se dio una ducha seca y, dando la espalda a la oscuridad y las estrellas, salió del camarote rumbo a sus obligaciones.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
martes, 2 de noviembre de 2010
Todos los santos
El sol lucía en todo su otoñal esplendor sobre los nichos, los árboles de las aceras y la multitud que pululaba entre las calles armados de flores nuevas y productos de limpieza. La policía local regulaba el tráfico y, en general, se respiraba un ambiente de fiesta y celebración, casi de verbena.
Por nuestra parte no hicimos nada diferente a lo que hacían miles de personas a nuestro alrededor: limpiamos con un limpiacristales el frío mármol, sustituimos las flores, pensamos en nuestros muertos durante unos minutos, volvimos a verles en nuestra memoria tal y como eran, nos despedimos de ellos y nos fuimos. A la salida del cementerio había un atasco considerable, pero ningún conductor tocó el claxon ni manifestó prisa o enfado.
domingo, 31 de octubre de 2010
Último día
El grillo que cantaba a comienzos de octubre calló al cabo de pocos días, probablemente sin haber logrado reproducirse a esas alturas del año. Ahora hiberna en la profundidad de su agujero, inmóvil como una pieza de orfebrería. A miles de metros de altitud los aviones de pasajeros surcan el cielo nocturno. Alguien que vuelve a casa duerme en su asiento junto a la ventanilla, y sueña.
sábado, 30 de octubre de 2010
Trigésimo día
En Zaragoza ya es navidad, si uno ha de fiarse de algunos escaparates donde se exponen árboles cubiertos de nieve artificial, espumillón, bolas de colores, lazos rojos y dorados. Es sábado por la tarde y el centro comercial está tan lleno de gente que se han agotado los carros de la compra. Yo me obligo a conservar la calma y, por una vez, lo consigo, lo que me permite observar sin palpitaciones la amplia variedad genética que me rodea: íberos, aztecas, bereberes, caucásicos, nilóticos, cosacos; hombres y mujeres del desierto, de la montaña, de las estepas y los bosques. Todavía recuerdo cuando el paseo de un soldado negro de la base militar norteamericana hacía que todos los niños nos volviésemos a mirar, asombrados. Salimos de Babel, regresamos al piso que fue de mis suegros y ponemos en marcha la calefacción. Pronto hará seis años que los yayos de Zaragoza murieron, ella en enero y él en diciembre de dos mil cuatro. Si pudieran contemplar ahora a sus nietos qué orgullosos se sentirían de ellos. Carlos hace los deberes que ha traído aquí para tener libre la tarde de mañana y el lunes entero en Binéfar, y Paula, que llegó ayer de Barcelona después de tres semanas de ausencia, descansa tendida en el sofá Ektorp, guapísima y un poco acatarrada. Poco a poco la vivienda va entrando en calor. Sí, más pronto de lo que parece llegará la navidad, esa tenue frontera donde se reúnen el final y el comienzo, los muertos y los vivos, los niños que fuimos y quienes somos ahora.
viernes, 29 de octubre de 2010
Vigesimonoveno día
Conduzco de noche detrás de otros coches y furgonetas y camiones que también acuden al trabajo. Al girar en la primera rotonda para entrar en la autovía me sitúo durante un momento frente al Este, donde el cielo comienza a clarear débilmente sobre la línea del horizonte anunciando un nuevo día -y esto es una gran verdad- nunca antes repetido en la historia del mundo; un nuevo día todo entero para mí.