domingo, 31 de octubre de 2010

Último día

El grillo que cantaba a comienzos de octubre calló al cabo de pocos días, probablemente sin haber logrado reproducirse a esas alturas del año. Ahora hiberna en la profundidad de su agujero, inmóvil como una pieza de orfebrería. A miles de metros de altitud los aviones de pasajeros surcan el cielo nocturno. Alguien que vuelve a casa duerme en su asiento junto a la ventanilla, y sueña.

sábado, 30 de octubre de 2010

Trigésimo día

En Zaragoza ya es navidad, si uno ha de fiarse de algunos escaparates donde se exponen árboles cubiertos de nieve artificial, espumillón, bolas de colores, lazos rojos y dorados. Es sábado por la tarde y el centro comercial está tan lleno de gente que se han agotado los carros de la compra. Yo me obligo a conservar la calma y, por una vez, lo consigo, lo que me permite observar sin palpitaciones la amplia variedad genética que me rodea: íberos, aztecas, bereberes, caucásicos, nilóticos, cosacos; hombres y mujeres del desierto, de la montaña, de las estepas y los bosques. Todavía recuerdo cuando el paseo de un soldado negro de la base militar norteamericana hacía que todos los niños nos volviésemos a mirar, asombrados. Salimos de Babel, regresamos al piso que fue de mis suegros y ponemos en marcha la calefacción. Pronto hará seis años que los yayos de Zaragoza murieron, ella en enero y él en diciembre de dos mil cuatro. Si pudieran contemplar ahora a sus nietos qué orgullosos se sentirían de ellos. Carlos hace los deberes que ha traído aquí para tener libre la tarde de mañana y el lunes entero en Binéfar, y Paula, que llegó ayer de Barcelona después de tres semanas de ausencia, descansa tendida en el sofá Ektorp, guapísima y un poco acatarrada. Poco a poco la vivienda va entrando en calor. Sí, más pronto de lo que parece llegará la navidad, esa tenue frontera donde se reúnen el final y el comienzo, los muertos y los vivos, los niños que fuimos y quienes somos ahora.

viernes, 29 de octubre de 2010

Vigesimonoveno día

Conduzco de noche detrás de otros coches y furgonetas y camiones que también acuden al trabajo. Al girar en la primera rotonda para entrar en la autovía me sitúo durante un momento frente al Este, donde el cielo comienza a clarear débilmente sobre la línea del horizonte anunciando un nuevo día -y esto es una gran verdad- nunca antes repetido en la historia del mundo; un nuevo día todo entero para mí.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Vigesimoséptimo día

Octubre continúa avanzando hacia noviembre, insensible a nuestras dudas y nuestras certezas. Nada le detendrá, ni el amor ni el miedo ni el cansancio ni el frío, ni tampoco esa fragilidad que de improviso se instala en nuestro corazón como un pájaro. No, nada le detendrá, pues el verdadero motivo de su existencia es no detenerse nunca.

martes, 26 de octubre de 2010

Vigesimosexto día

Atenuar el miedo, expulsar el sufrimiento. La melancolía. Bach. En una ventana de Leipzig se apaga la luz de un candil. La biblioteca ha caído sobre un fondo de silencio. Los instrumentos reposan en sus cuerdas. Un hombre cansado y de vista tenue se dirige a la cama, ha releído, más allá de las páginas, un mundo al que volverá mañana. La nada le ha sido concedida como un don. La nada es un bien. Por eso reza. De cada día surge una melodía: le pondrá un contrapunto. Mientras llega el sueño, piensa en los que yacen. Oye la vida en lo inaudible. Quizá la música consista en eso, en revelar las cosas antes de que adquieran nombre. Si ha quedado un libro abierto sobre el escritorio, el universo seguirá teniendo un espejo en la tierra.

Ramón Andrés, de Johann Sebastian Bach - Los días, las ideas y los libros, Acantilado, 2005.

lunes, 25 de octubre de 2010

Vigesimoquinto día

Por la mañana alguien me dice que en las montañas han caído las primeras nieves. En el llano sopla un viento furioso que inclina los chopos y álamos junto a las acequias. Los campos de maíz que quedan sin cosechar tienen el color del bronce antiguo. Ayer desmonté el sistema de riego automático para guardarlo en el interior de mi casa hasta la próxima primavera. Hasta la próxima primavera, escribo, y me estremezco.

domingo, 24 de octubre de 2010

Vigesimocuarto día

Hoy he cantado con mi coral en Pla de la Font, un pueblo de colonización cerca de Lérida cuyo ayuntamiento nos ha contratado en las celebraciones del quincuagésimo aniversario de su creación. ¡Cincuenta años solamente! Pocos años antes de que yo naciese este lugar no existía.

En un acto protocolario previo a la misa y el concierto su alcalde ha hablado de aquellos primeros colonos, provenientes de Cataluña, Aragón, Andalucía, Valencia, Castilla, que llegaron al territorio para comenzar una nueva vida, agricultores a quienes se les concedían unas parcelas para que las trabajaran y pudieran labrarse un futuro. Desde el coro de la iglesia escuchaba sus palabras y me parecía estar en una película del oeste americano o de Siberia.

Al terminar nuestra actuación y recoger los bártulos hemos salido a la calle, lucía el sol y una rondalla cantaba una albada en homenaje al pueblo y sus fundadores. Algunos de sus versos me han emocionado:

Han pasado cincuenta años
desde que vinimos a estas tierras
con los bolsillos vacíos
y el alma llena de pena.

Esto era casi un desierto,
no había agua ni luz,
pero lo más importante
es lo que trajiste tú,
lo más importante es
lo que trajiste tú.

sábado, 23 de octubre de 2010

Vigesimotercer día

¡Las nueve de la noche y todavía no he hecho mis ejercicios! Ahora me pondré a ello porque desde hace un tiempo faig bondat, que en catalán quiere decir cuidarse, portarse bien, adelgazar incluso como, poco a poco, estoy haciendo yo. Me gusta mucho el catalán y siempre que puedo aprovecho para practicarlo. Hay una palabra que me encanta: tardor, la tardor, que se pronuncia sin la erre final: la tardó, y significa otoño, un otoño femenino.

viernes, 22 de octubre de 2010

Vigesimosegundo día

Después de hablar por teléfono con mi amigo me preparo un té rojo y ordeno las partituras del concierto del domingo. Poco a poco la noche cubre con su manto el pueblo iluminado con farolas. El frío ha llegado para quedarse. La taza de té está caliente. La voz de mi amigo siempre es música para mi corazón.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Vigésimo día

MI MUERTE

Si tengo suerte, estaré conectado
a una cama de hospital. Tubos
por la nariz. Pero intentad no asustaros, amigos.
Os digo desde ahora que está bien así.
Poco se puede pedir al final.
Espero que alguien telefonee a los demás
para decir, "¡ven rápido, se está yendo!"
Y vendrán. Así tendré tiempo
para despedirme de las personas que amo.
Si tengo suerte, darán un paso adelante
para que pueda verles por última vez
y llevarme ese recuerdo.
Puede que bajen la mirada ante mí y quieran echar a correr
y aullar. Pero, al menos, puesto que me quieren,
me cogerán la mano y me dirán "Valor"
o "Todo va a ir bien".
Y tienen razón. Todo va a ir bien.
Me basta con que sepas lo feliz que me has hecho.
Sólo espero que siga la suerte y pueda mostrar
mi agradecimiento.
Que pueda abrir y cerrar los ojos para decir
"Sí, te escucho. Te entiendo".
Incluso que pueda llegar a decir algo así:
"También yo te quiero. Sé feliz".
¡Así lo espero! Pero no quiero pedir demasiado.
Si no tengo suerte, si no la merezco, bueno,
me tendré que ir sin decir adiós ni darle la mano a nadie.
Sin poder decirte lo mucho que te quise y lo mucho que disfruté
de tu compañía todos estos años. En cualquier caso,
no me guardes luto mucho tiempo. Quiero que sepas
que fui feliz contigo.
Y recuerda que te dije esto hace tiempo, en abril de 1984.
Pero alégrate por mí si puedo morir en presencia
de mis amigos y de mi familia. Si es así, créeme,
salí de mi vida por la puerta grande. No perdí esta vez.

Raymond Carver,
de Todos nosotros, 4ª edición, septiembre de 2007.

martes, 19 de octubre de 2010

Decimonoveno día

Una vez el marido de esta mujer la agarró de los pelos y golpeó su cabeza contra el suelo. Cuando estaba embarazada la amenazaba con las jeringuillas que utilizaba para vacunar a los tocinos, le decía que iba a ponerle la inyección que les ponía a las cerdas para que pariesen. La trataba como si fuese un animal o, sabe usted, peor que a los animales de la granja. En el pueblo nadie le quería y todos le temían, cuando bebía se pegaba con el primero que se encontraba por la calle. Al hijo lo sacó del colegio en cuanto cumplió quince años y le hacía trabajar con él de sol a sol, no le permitía salir por ahí con otros jóvenes de su edad. Durante años ella nunca se atrevió a denunciarlo porque sabía que el monstruo era capaz de matarles a los dos, pero cuando el chico intentó suicidarse se dio cuenta de que debía ser valiente, si no por ella, por su hijo. Puso una denuncia en la guardia civil y los dos se fueron a vivir a casa de su hermana en Barbastro. El juez impuso una orden de alejamiento que, afortunadamente, el ogro cumplió. Se divorciaron sin la presencia de él, que no quiso saber nada. Ella renunció a cualquier pensión compensatoria, a la aislada casa junto a la granja, a todo lo que tuviese que ver con aquel hombre y las cosas que le hacía. Comenzó una nueva vida. Se puso a limpiar para varias empresas en bancos, oficinas y colegios. El hijo se hizo mayor y se fue lejos con la traumática carga de su infancia en la memoria. Ella se compró un piso pequeño en la ciudad. Cuando a finales de septiembre de dos mil diez supo que su marido había muerto sintió un gran alivio, yo sé que está mal, sabe usted, pero no pude evitarlo, por fin podía respirar tranquila, por primera vez podía caminar por la calle sin esa sensación de temor permanente a la que nunca había llegado a acostumbrarse. Le hemos tramitado una pensión de viudedad especial para casos de violencia de género, una modalidad que elude la obligatoriedad de que la viuda percibiese pensión compensatoria del excónyuge. No es mucho dinero pero ella está satisfecha, lo ve como una especie de indemnización por haber aguantado tantos años a aquel hombre que conoció muy jovencita y la engañó. Me da las gracias, se levanta sonriendo y sale a la calle donde hace frío, el aire es transparente, las hojas de los castaños de indias se secan lentamente.

lunes, 18 de octubre de 2010

Decimoctavo día

Este granjero de terneros se parece muchísimo a Sidney Pollack. La joven de la gestoría es el vivo retrato de Anaïs Nin. Tengo un amigo en Binéfar que es clavado a Harrison Ford. En un planeta con una población de casi siete mil millones de seres humanos resulta imposible que cada uno de nosotros no tenga más de un sosias. Alguien idéntico a ti sale ahora de su casa en las antípodas, sube a una bicicleta y se aleja pedaleando sobre el asfalto mojado.

domingo, 17 de octubre de 2010

Decimoséptimo día

Anotar algo en este cuaderno cada día durante un mes no tendría ningún sentido si no fuese por la voluntad de hacerlo. A veces basta con eso.

sábado, 16 de octubre de 2010

Decimosexto día

Hace quince días una señora de Barbastro me regaló una bolsa de almendras de su campo. Esta tarde las he cascado con un martillo, las he escaldado en agua hirviendo con sal para que la piel se suelte fácilmente al comerlas, y después de secarlas con un trapo las he tostado en la bandeja del horno. Todavía calientes estaban buenísimas. La señora en cuestión suele pasar con cierta frecuencia por mi lugar de trabajo, si vuelvo a verla ojalá recuerde decirle que no hubiese cambiado sus almendras recién tostadas por todas las trufas y todo el caviar del mundo. Se pondrá contenta y además es verdad.

viernes, 15 de octubre de 2010

Decimoquinto día

Alertado por el ruido, Carlos me pregunta si me estoy afeitando y yo le contesto que no, que sólo me estoy depilando el vello de las orejas. Mi hijo, intrigado, entra en el cuarto de baño. Sí, le digo, observa esta pequeña máquina, no parece gran cosa, ¿verdad? Pues de eso nada, aquí donde la ves se trata de una máquina tan inteligente que su mera utilización genera y asegura su propio porvenir. ¿Qué quieres decir, papá? Quiero decir, hijo mío, que una vez que has empezado a depilarte el vello de los oídos con una depiladora eléctrica deberás seguir haciéndolo hasta el final de tus días, porque los pelos crecerán cada vez más fuertes y visibles, ¿es o no es inteligencia artificial? Ah, y también sirve para eliminar los de la nariz... Eh, pero, ¿por qué te alejas haciendo muecas de asco? ¡No huyas, cobarde! ¡Algún día también tú te someterás a su poder! ¡Algún día!

jueves, 14 de octubre de 2010

Decimocuarto día

Conduzco de regreso de Lérida con el sol retirándose a la izquierda, su luz definitivamente otoñal iluminando los maizales, un campo de golf, las viñas de Raimat. No he puesto música en el equipo del coche y sólo se escucha el aire deslizándose sobre la carrocería, el ronroneo del motor diesel, mi respiración.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Decimotercer día

Observo conmovido el rescate de los mineros atrapados en Chile, las emocionantes escenas de su llegada al mundo exterior tras más de dos meses sepultados, y también las entrecortadas imágenes tomadas desde el interior del refugio que muestran a la cápsula de salvamento asomando milagrosamente en el techo de roca, esa estrecha cabina que, con un hombre en su interior, recorrerá seiscientos veintidós metros atravesando la tierra rumbo a la superficie, a la luz, al aire fresco y los seres queridos; esa cápsula que se llama Fénix e inmediatamente me hace pensar en Julio Verne.

martes, 12 de octubre de 2010

Duodécimo día

Llegué al retrete con el tiempo justo para arrodillarme y empezar a vomitar violentamente. Expulsé durante un rato lo que mi cuerpo rechazaba sin contemplaciones, me lavé los dientes y me tumbé en la cama hasta que tuve que correr de nuevo, algo que sucedió varias veces durante la noche, al principio para purgarme por arriba y después por abajo. Maite entró a consultar en internet y llegamos a la conclusión de que se trataba de una gastroenteritis viral, lo que por aquí se conoce vulgarmente como «una pasa», nada grave, dos días de adelgazamiento forzoso y curado, espero. Respecto a los vómitos y la diarrea: nunca deja de asombrarme que nuestro organismo pueda adoptar decisiones tan radicales al margen de nuestra voluntad.

lunes, 11 de octubre de 2010

Undécimo día

PUEDE SER SIN TÍTULO

Después de todo, estoy sentada bajo un árbol,
a la orilla del río,
en una mañana soleada.
Es un acontecimiento banal
y que no pasará a la historia.
Nada que ver con batallas ni pactos
cuyas causas se investigan,
ni con tiranicidios dignos de ser recordados.

Y sin embargo estoy sentada junto al río, es un hecho.
Y puesto que estoy aquí,
he tenido que venir de algún lado
y antes
estar en muchos otros sitios,
exactamente igual que los grandes descubridores
antes de subir a cubierta.

Hasta el instante más efímero tiene su pasado,
su viernes antes del sábado,
su mayo antes de junio.
Son tan reales sus horizontes
como los de los catalejos de los almirantes.

Este árbol es un álamo enraizado desde hace años.
El río es el Raba, que fluye desde hace siglos.
No fue ayer cuando unos pasos
formaron el sendero.
El viento, para dispersar las nubes
tuvo antes que arrastrarlas aquí.

Y aunque en los alrededores no pasa nada importante,
el mundo no es más pobre en sus detalles,
ni está peor justificado, ni menos definido
que en la época de las grandes migraciones.

El silencio no sólo acompaña a conspiraciones secretas.
Ni un séquito de causas a ceremonias de coronación.
No sólo se erosionan los aniversarios de las sublevaciones,
también envejecen los guijarros de la orilla.

Complicado y denso es el bordado de las circunstancias.
Costura de hormigas en la hierba.
Hierba cosida a la tierra.
Diseño de olas en el que se enhebra un tallo.
Por casualidad estoy aquí y miro.
Sobre mí una mariposa blanca bate en el aire
unas alas que sólo a ella le pertenecen
y una sombra se me escapa a través de la mano,
no otra, no la de cualquiera, precisamente la suya.

Ante esta visión siempre me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo insignificante.

Wislawa Szymborska, traducido por David Carrión Sánchez,
de El gran número, Fin y principio y otros poemas, 5ª Edición, 2010.

domingo, 10 de octubre de 2010

Décimo día

Despierto a Carlos en nuestro piso de Zaragoza cuando todavía es noche cerrada sobre la ciudad. Encendemos la televisión. El Gran Premio de Japón comenzará dentro de un rato.  Todavía no sé que Fernando Alonso quedará en tercera posición y ganará Sebastian Vettel, pero lo que sí sé es que estos madrugones que mi hijo y yo nos damos año tras año desde que era muy pequeño son un territorio único, un lugar especial en el que estamos juntos.

sábado, 9 de octubre de 2010

Noveno día

Hoy comemos en el huerto de mis padres con toda la familia y se supone que ya debíamos estar en Zaragoza, donde queremos detenernos a comprar unos regalos para nuestros sobrinos, pero son las once menos cuarto y todavía estamos en casa. Por mi parte he bajado plásticos y algo de basura a los contenedores, he ido a sacar dinero al cajero y todavía me ha dado tiempo de comprar en la bodega Isabal una botella de whisky Glenfiddich para llevar al pueblo. Siempre pasa lo mismo. Yo antes me agobiaba pero ahora ya no, total nadie me hacía caso y sólo servía para crear tensión ambiental. No veo a mis padres y mis hermanos desde que regresamos de Irlanda, tengo muchas ganas de encontrarme con todos y ver cómo han crecido los niños más pequeños. Por aquí el cielo está cubierto y tiene pinta de llover, no sé qué tiempo hará en la ribera de Navarra. ¡Ya son las once! Pero tú tranquilo, Jesús, ponerse nervioso no sirve para nada, no te asomes a la escalera para gritar: ¿SABÉIS QUÉ HORA ES? ¿CÓMO ES POSIBLE QUE TODAVÍA NO ESTÉIS LISTAS?

viernes, 8 de octubre de 2010

Octavo día

Detrás de mi casa hay un pequeño parque con columpios. Son las seis y media de la tarde y los niños gritan como si los guerreros de Herodes hubiesen entrado en la plaza blandiendo sus espadas. Los chillidos se reflejan en las fachadas de los edificios y se convierten en un eco que pervive durante unas milésimas de segundo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sexto día

Carlos y yo vamos a comprar ropa al Centro Comercial. Necesita camisetas, pantalones, una prenda de abrigo y una mochila para el instituto. Normalmente suele comprarse la ropa él solo pero como esta vez vamos a pagar con tarjeta tengo que acompañarlo. Después de la emasculación lo que menos me gusta del mundo es ir a comprar ropa, lo odio tanto que mi familia opina que es una fobia: igual que hay personas que tienen fobia a las palomas, a volar en avión o a los sitios cerrados, yo tengo fobia a comprar ropa. Seguramente tienen razón. En la tienda una dependienta reconoce a Carlos, de trece años, y me comenta que siempre le ha llamado la atención que se comprara la ropa él solo o acompañado de algún amigo de su edad (de hecho viene haciéndolo desde los once o doce años). No sé muy bien qué contestarle, también yo suelo comprarme la ropa solo ¡y en diez minutos! En la zona de caballeros veo un matrimonio comprando pantalones, la mujer los elige y su marido, como un niño grande, va a probárselos mansamente y sin rechistar.

martes, 5 de octubre de 2010

Quinto día

Las excavadoras y camiones de las obras de la autovía descansan inmóviles bajo las estrellas. Los padres, agotados al cabo del día, acuestan a sus hijos pequeños cumpliendo escrupulosamente los rituales precisos. Las camareras del Chanti limpian el local, pasan una bayeta por la barra y la cafetera, apagan las luces y salen a la calle. El camión de la basura avanza, se detiene, avanza y vuelve a detenerse para que los dos trabajadores que viajan detrás se descuelguen con agilidad y vuelquen en su interior el contenido de los depósitos verdes. Cerca de Monzón el agua del río Cinca fluye bajo el puente que cruzaré mañana rumbo al trabajo. Hay una comadreja atropellada en la carretera de las viñas de Barbastro, su piel suave como plumón se mueve agitada por el viento nocturno.

lunes, 4 de octubre de 2010

Cuarto día

Tengo cuarenta y siete años y siempre he tenido ideas políticas. Me he batido el cobre muchas veces hasta acabar agotado y cubierto de polvo. Creo que jamás convencí a nadie de nada, y no me sorprende, lo acepto como algo normal porque tampoco a mí me convenció nunca nadie. Ahora sé que no merece la pena gastar toda esa energía, toda esa concentración mental, es una pérdida de tiempo hablar con quien, a menudo, en su fuero interno te desprecia, debatir con quien al mirarte ve la caricatura previa que dibujó en su mente. Me costó años aprender esto y descubrirlo supuso un alivio instantáneo. Continúo teniendo ideas políticas, por supuesto, y las defiendo a mi modo, tranquilamente, cada día de hecho, pero ya no me enzarzo en obscenas peleas cuerpo a cuerpo, ya no trato de convencer a nadie de nada porque sé que es imposible. La vida es breve como el día. Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.

domingo, 3 de octubre de 2010

Tercer día

La lluvia despertó al viejo rapsoda, que se levantó y se acercó a la galería colgante sobre el mar. Las voces de los muertos continuaban susurrando en sus oídos. Tomó asiento frente al escritorio, prendió la lámpara de aceite y la sangre volvió a correr sobre la tierra mientras los gritos de las viudas se elevaban al otro lado de las murallas.

sábado, 2 de octubre de 2010

Segundo día

Cerca de las dos de la madrugada, mientras tomaba una copa en el Chanti con mis compañeros del coro, sonó mi teléfono móvil. Desconocía el número que aparecía en la pantalla pero era mi hija, que me llamaba desde Barcelona. Apenas podía oír su voz en medio del inconfundible ruido de una fiesta. Me decía, desde el móvil de una amiga, que había perdido su teléfono y me ocupase rápidamente de bloquearlo, que es lo que hice sin necesidad de hablar con nadie, limitándome a marcar los números que una voz robótica me ordenaba desde el otro lado. Poco después, para alivio de los trabajadores del Chantilly, salíamos a la frescura de la noche. Octubre. Jamás había pensado en esa palabra. Octubre. Paula.

viernes, 1 de octubre de 2010

Primer día

Al amanecer calló el grillo que desde hace semanas canta en algún lugar de la terraza. Anoche salí a grabar en el teléfono su voluntad incansable, tan ajena a la mía. Pronto llegarán los días fríos. La mañana es gris. Octubre comienza a suceder.


Canto de un grillo en mi terraza, 30 de septiembre de 2010, 8:59 de la noche.