Me acuesto en la camilla y una chica joven de pelo corto coloca mi cabeza bajo la máquina, me pide que no la mueva, «tampoco para decir sí o no», y la sujeta con una correa. «Cierra los ojos, por favor, y sobre todo no te muevas», dice antes de alejarse. Cierro obedientemente los ojos y escucho los ruidos electrónicos del anillo que comienza a girar y moverse alrededor de mi cráneo. Sé lo que está haciendo: rayos X de múltiples cortes axiales de mi cabeza en tres dimensiones, lo que generará una imagen exacta de huesos y tejidos blandos. Al cabo de pocos minutos termina. La chica de pelo corto, amable y sonriente, me dice que tendré los resultados a partir del miércoles que viene. Salgo a la calle, donde hace mucho frío. Me gustan las ciudades por la mañana, cuando los niños no han salido todavía del colegio. De camino hacia el coche alzo mi rostro a la luz del sol.
jueves, 20 de enero de 2011
20
Por absurdo que parezca, cuando la niebla escampó todo seguía igual: la torre del campanario de la iglesia, la fachada trasera de los edificios sin revocar, el pequeño parque junto al centro de día de la tercera edad, la leña apilada contra la pared. Giré la cabeza a la derecha y advertí que también el vecino que no saluda nunca a nadie seguía allí. Sólo por probar le dije: «Buenas tardes». Me observó brevemente atravesándome con la mirada, no dijo nada y se fue.
miércoles, 19 de enero de 2011
19
El otorrinolaringólogo me ausculta los oídos, la boca, la garganta, y finalmente toma un artefacto parecido a una pistola en forma de aguja de unos veinte centímetros de longitud. «No se preocupe», dice, «voy a hacerle una endoscopia a través de las fosas nasales, no suele doler pero si le molesta indíquemelo». Asiento con un gesto y el doctor procede a introducirme el aparato por la nariz mientras observa una cámara de televisión situada detrás de mí. Cierro los ojos. Los abro. Me doy cuenta de que con mucho cuidado ha introducido la aguja hasta el fondo, de modo que está contemplando el interior de mi cabeza. No estoy seguro de que mis senos paranasales sean un espectáculo muy agradable pero me gustaría poder mirar a mí también.
martes, 18 de enero de 2011
lunes, 17 de enero de 2011
domingo, 16 de enero de 2011
16
La leña silba y chisporrotea, me ha costado trabajo que prendiera, empapada de niebla como estaba. Cuando he salido a la terraza no se veía nada en cinco metros a la redonda. Horas antes dormitaba en el sofá mecido por un programa de la televisión sobre el cinturón de Kuiper, y antes de eso, mientras preparaba la fideuá de sepia que nos íbamos a comer, tomábamos en la cocina un vermut consistente en mejillones en escabeche y aceitunas rellenas acompañadas de unas cervezas. Menos mal que por la mañana estuve pedaleando un buen rato sin avanzar un solo milímetro, haciendo trabajar a mi corazón. Sí, la leña silba y chisporrotea al fin. No he puesto mucha, sólo la necesaria para que este domingo se acerque mansamente a la orilla.
sábado, 15 de enero de 2011
15
Antes de despertarlo le contemplo durante unos segundos. Su cabeza de pelo largo ya no se parece demasiado a la que tenía a los cinco años: Piolín dio paso a Alejandro el macedonio. Pronto cumplirá catorce. Quién sabe lo que le traerá el futuro. Expulso de mi pensamiento las nubes oscuras y me dispongo a levantar de la cama al joven conquistador, que gruñirá y remoloneará un rato. Fuera la niebla que nos oculta lo empapa todo.
viernes, 14 de enero de 2011
14
En el sueño me lanzo vestido a una piscina. Me tiro de cabeza, de bomba, hago una voltereta hacia atrás y durante un instante no sé dónde está el cielo y dónde la tierra hasta que de pronto el agua se precipita hacia mí desde arriba. Buceo con los pantalones, la camisa y los zapatos puestos. Salgo a la superficie resoplando. En el exterior hay tumbonas desiertas, el bar con la persiana echada, una manguera sobre el césped. Nado vestido en la piscina y soy feliz.
jueves, 13 de enero de 2011
miércoles, 12 de enero de 2011
12
En mi mesa hay una lámpara de arquitecto metalizada de color gris. En mi mesa hay unas gafas de pasta de color negro. En mi mesa hay un ordenador portátil MacBook de color blanco adquirido el ocho de mayo de dos mil ocho. En mi mesa hay un teléfono de la marca Carrefour de color rojo. En mi mesa hay una botella azul de cristal de la marca de agua mineral Solán de Cabras llena de agua del grifo. En mi mesa hay una taza vacía de la que cuelga un hilo blanco con un pequeño cartón rojo en su extremo donde se lee: «Té rojo Hacendado». En mi mesa hay un vaso de vidrio transparente, y nada más.