lunes, 11 de abril de 2011

101

Por la mañana, mientras atendía a un joven padre recién estrenado, me llamó mi madre para decirme que G. había volcado con su camión pero que no me asustara, que estaba bien, que sólo tenía contusiones. Tras terminar con mi cliente salí al jardín y telefoneé a mi hermana, que ya había llegado al hospital de Estella. Susana estaba serena, tranquila después de haber podido hablar con él; me informó de que se había roto la nariz e iban a ir a Pamplona para que le operasen; me dijo que, dentro del susto y el disgusto por lo sucedido, se sentía feliz de que no hubiera pasado nada más grave. Le envié un abrazo para su marido, uno de los hombres más buenos que conozco, y nos despedimos con un beso. Guardé el móvil en el bolsillo y antes de regresar a la agencia, hoy abarrotada de gente, me detuve un momento junto a los castaños de indias porque necesitaba tranquilizarme. Las hojas nuevas, hace poco plegadas hacia la tierra como pequeños paraguas, se habían hecho más grandes en los últimos días, abriéndose hacia el sol.

domingo, 10 de abril de 2011

100

Ayer vi un programa muy interesante sobre cómo influimos en los demás, algo que hacemos mucho más ampliamente de lo que pudiera parecer a primera vista, pues no solamente interactuamos con las personas con las que nos relacionamos directamente, sino también con los seres humanos que estas personas conocen, aunque aquellos ni siquiera sepan que existimos. De este modo si haberte conocido a ti ha afectado a mi vida en algún sentido, enseñándome, por poner un ejemplo, a tomarme las cosas con paciencia, tú habrás influido decisivamente en mis amigos y mis familiares, así como en las personas con las que ellos se relacionan. Contagiamos nuestros hábitos, nuestra actitud ante la vida, nuestra tristeza, nuestra alegría, somos contagiados por la de los demás y existen estudios científicos que demuestran que esto es algo que sucede también en internet. Lo que hacemos, lo que decimos, lo que escribimos, son pulsos en el agua, y las ondas que se crean llegan, cruzándose con las de los demás, mucho más lejos de lo que jamás pudimos imaginar.

sábado, 9 de abril de 2011

99

Por la mañana sorprendo a un confiado verderol posado en uno de los dos hibiscos, gorjeando y trinando con un entusiasmo enternecedor. Por la tarde algunas palomas vienen a beber en los vasos de las macetas. El sol se traslada lentamente sobre mi casa, más allá de las nubes más altas, más allá del oxígeno, en el frío espacio donde nada respira ni canta.

viernes, 8 de abril de 2011

98

El verano no nos ahorró nada: ni las temperaturas africanas ni los campos amarillos ni los cielos casi blancos. El otoño tampoco nos ahorró nada: no nos ahorró la desaparición del sol a media tarde ni la hojarasca sobre las aceras ni las súbitas ventoleras de oscuros presagios. Nada nos ahorró el invierno: ni las melancólicas luces de Navidad ni los campos helados de escarcha ni el humo de nuestro aliento saliendo de nuestra boca como si fuese el alma escapándose. La primavera ha llegado y desde el primer día, por supuesto, no nos ha ahorrado nada: todo late, todo despierta y dice: «¡Mira, contempla esta resurrección!», mientras nuestro sistema endocrino, un año más viejo que el anterior, boquea tratando de adaptarse a tanta vida, tanta luz, tantas promesas que, sin compasión, se cumplirán.

jueves, 7 de abril de 2011

97

Dentro de tres o cuatro años un joven surfero saldrá del agua de una playa de California con algo adherido a su tabla, un pequeño rectángulo de plástico que limpiará con los dedos y le desvelará la imagen de un retrato familiar: una pareja de ancianos ataviados con sus kimonos ceremoniales, dos mujeres y un hombre vestidos con ropa occidental de color claro, una niña de largas trenzas negras, un niño con una gorra roja.

miércoles, 6 de abril de 2011

96

Me está costando mucho hacer frente a la nueva estación. Primero fue la alergia y ahora me despierto cansado por la mañana, voy a trabajar sin ilusión, salgo de la agencia agotado y así permanezco durante todo el día, sin ganas de nada, ni siquiera de escribir. De hecho estas pocas letras son solamente el combustible mínimo necesario para mantener mi proyecto al ralentí, sin que se apague.

martes, 5 de abril de 2011

95

Me estoy aproximando a ese momento de la vida en el que uno debería saber si se cumplieron sus ambiciones, si triunfó o fracasó estrepitosamente, si se equivocó mucho o sólo algunas veces.

lunes, 4 de abril de 2011

94

En medio de una consulta de trabajo con un conocido de Barbastro sale a colación el servicio militar. Él me comenta que fue una de las mejores épocas de su vida y que allí hizo amistades profundas. Yo le digo que no hice ni un solo amigo. «¿Ni uno solo?», pregunta sorprendido, «¡Eso sería porque no querrías!». «No lo sé», contesto seriamente, sabiendo que está pensando que la culpa fue mía, «de hecho he olvidado casi todo lo relativo a aquellos meses, es como un espacio en blanco». Cuando el ciudadano se levanta de la silla y sale de la agencia la cuestión sigue dando vueltas en mi cabeza. En realidad yo tampoco me explico cómo es posible que no hiciese amistades en circunstancias teóricamente tan propicias para ello, porque de hecho debo hacer un gran esfuerzo para recordar dos o tres nombres y sus rostros desdibujados por el tiempo. El paisaje que rodeaba el polvorín que custodiábamos, sin embargo, sí permanece intacto en mi memoria: campos de labranza, sembrados de cereal, pinares de repoblación, colinas bajas y un cielo muy alto y limpio. El primer día que llegué me pareció más una granja que un cuartel. En el centro había una balsa de agua donde abundaban las ranas y las culebras de escalera. En verano, durante las guardias nocturnas, las paredes blancas de la garita, iluminadas potentemente por los focos, atraían a decenas de insectos de especies diferentes: mosquitos, escarabajos, saltamontes, mantis religiosas de aspecto maléfico, mariposas nocturnas de cuerpos de terciopelo.

domingo, 3 de abril de 2011

93

A las seis menos diez llevo a mi hija a la estación de autobuses. Ya casi no me afecta o, al menos, no me afecta como al principio. Paula, de dieciocho años cumplidos en diciembre, ha emprendido su propio viaje y yo y su madre ocupamos el espacio, importantísimo, que debemos y queremos tener en su vida, no otro. Regreso a casa y al enfilar mi calle creo ver un avión común volando sobre los tejados. ¿Es posible que ya estén de vuelta?

sábado, 2 de abril de 2011

92

Paso la tarde en la buhardilla, que es mi reino. Allí duermo la siesta tirado en el sofá mientras en la terraza se abren lentamente las flores de las fresas. Bajo mi columna vertebral gira el planeta a la luz del día.