Hacía mucho tiempo que no visitaba Lérida. Prácticamente desde que nos mudamos de Binéfar a Barbastro. En la calle mayor había puestos de artesanía. La mañana era fría, nublada, y mientras caminaba entre la gente he recordado las muchas ocasiones en las que veníamos a una clínica dental cercana cuando nuestros hijos eran pequeños. Durante un momento he sentido una punzada de melancolía, pero después hemos entrado en la librería Caselles y se me ha pasado. No existe nostalgia que pueda competir con hojear libros sin mirar el reloj.
viernes, 27 de diciembre de 2019
jueves, 26 de diciembre de 2019
Veintiséis de diciembre
Me levanto de la mesa de la cena un momento, feliz de ver a Raquel, que ha vuelto de Chile hace tres días. Pocas veces nos reunimos los cuatro y además la novia de Carlos, que es maravillosa. Vuelvo a la mesa. Eso sí, los langostinos han sido sustituidos por una tortilla de espinacas. Hasta mañana.
miércoles, 25 de diciembre de 2019
Veinticinco de diciembre
Se han ido los últimos invitados. La navidad de dos mil diecinueve ya nos ha adelantado rumbo al mar, alejándose a toda velocidad.
martes, 24 de diciembre de 2019
Veinticuatro de diciembre
Es navidad, pero después de la cena de nochebuena mi familia canta jotas navarras. Me gusta.
lunes, 23 de diciembre de 2019
Veintitrés de diciembre
Qué contraste agradable la paz de la casa a estas horas con el bullicio del centro comercial en plena campaña de navidad, todos yendo de aquí para allá con los carros de la compra obscenamente llenos, el mío el primero, mi obsesión por ver poca cantidad para tanta gente en todo lo que compraba, la ociosa ignorancia de los precios porque es navidad, y yo el primero.
Pero ahora mi hija, que esta mañana despertó en Bergen, Noruega, y hace un rato llegó a la deliciosa estación de Delicias en Zaragoza, España, descansa a mi lado mientras su madre termina unas cosas en el ordenador portátil un poco más allá, en la mesa donde hemos cenado.
La noche está tranquila. Nada hace presagiar con exactitud lo que vendrá, sea bueno o no, y me doy cuenta de que en eso reside probablemente la felicidad.
domingo, 22 de diciembre de 2019
Veintidós de diciembre
Conduciendo hacia Zaragoza, ya en la autovía desde hacía rato, mi compañera ha dicho con tono neutro, como si fuese un pensamiento pronunciado en voz alta, que la noche se había vuelto más oscura de pronto. He mirado durante un instante a nuestro alrededor. A pesar de las luces del tráfico podían verse algunas estrellas en el cielo. "Yo no noto ninguna diferencia", le he dicho. Ella ha permanecido en silencio mientras las ruedas de nuestra Picasso devoraban un kilómetro tras otro con la extraña facilidad de siempre.
sábado, 21 de diciembre de 2019
Veintiuno de diciembre
La lluvia no me aburre, el invierno y el frío no me aburren: me aburre el calor, el sudor, el sol inclemente que ahora parece tan lejano pero en algunos meses volverá a torturarnos. Cada día de lluvia, cada día de frío, es una victoria sobre la inevitable derrota que me transformará en un animal medio desnudo buscando sin cesar una triste sombra que apenas me alivie o, con suerte aunque no menos tristemente, un lugar cerrado con aire acondicionado.
Pero hoy ha llovido durante todo el día, probablemente volverá a llover esta noche, y en este mismo instante escribo abrigado con unos pantalones largos y una vieja, viejísima chaqueta de cuello alto. Qué lujo. Casi no me lo puedo creer.
viernes, 20 de diciembre de 2019
Veinte de diciembre
No olvides nunca que el río que ahora mismo fluye frente a tu apartamento es todos los ríos, que la luna que esta noche ocultan las nubes oscuras es la misma que contempló Cleopatra desde los balcones de su palacio en Alejandría, que en la lluvia de esta mañana sobre Barbastro caían las lágrimas de tristeza y alegría de seres humanos desaparecidos hace cientos y miles de años. No olvides que tu esperanza es todas las esperanzas, tu luz una luciérnaga; que por tus venas corre sangre de virtud y de pecado, sangre de asesino y de víctima, de guerrero y campesino, de rey y de porquero. Recuérdalo.
jueves, 19 de diciembre de 2019
Diecinueve de diciembre
Ya comienzo a pensar en cocinar para mi familia. El martes que viene lo haré para veinte personas y el día siguiente para quince. Como tenemos, entre comillas, dos viviendas, hay elementos que tendré que llevar de Barbastro a Zaragoza, sobre todo cazuelas grandes, bandejas, el mortero, algunas especias... Bueno, he hecho una lista. Tengo lo que voy a servir en la cabeza, incluso algunas cosas ya están compradas, aunque el lunes o el mismo día de nochebuena iré a por lo más fresco.
Me gusta alimentar a las personas que quiero, me gusta mucho hacer eso. La navidad no, aunque comprendo que hay miles y miles de comerciantes que dependen de los precios de estos días para cuadrar sus cuentas. Vale, y también personas a quienes les gusta porque sí, porque la encuentran entrañable y esas cosas, es verdad.
Escojo quedarme con lo más positivo: reuniremos a mi familia alrededor de la mesa y allí estarán mis padres, de ochenta y tres y ochenta años. Para ellos, a estas alturas de su edad y con mi madre enferma, cada navidad es una oportunidad ganada al tiempo para estar todos juntos, una oportunidad especial a pesar de que lo hagamos en otras ocasiones a lo largo del año; para ellos la navidad es algo muy especial. Vamos allá.
miércoles, 18 de diciembre de 2019
Dieciocho de diciembre
A veces me parece ver tierra
al final del océano. Todavía
parece más un espejismo que
algo real pero sé que está ahí,
esperándome de nuevo.
Ir y volver a ir, siempre ir,
ese es mi viaje: ir y nada más.