lunes, 23 de diciembre de 2019

Veintitrés de diciembre

Qué contraste agradable la paz de la casa a estas horas con el bullicio del centro comercial en plena campaña de navidad, todos yendo de aquí para allá con los carros de la compra obscenamente llenos, el mío el primero, mi obsesión por ver poca cantidad para tanta gente en todo lo que compraba, la ociosa ignorancia de los precios porque es navidad, y yo el primero.

Pero ahora mi hija, que esta mañana despertó en Bergen, Noruega, y hace un rato llegó a la deliciosa estación de Delicias en Zaragoza, España, descansa a mi lado mientras su madre termina unas cosas en el ordenador portátil un poco más allá, en la mesa donde hemos cenado.

La noche está tranquila. Nada hace presagiar con exactitud lo que vendrá, sea bueno o no, y me doy cuenta de que en eso reside probablemente la felicidad.

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