sábado, 4 de mayo de 2019

Cuatro de mayo

Madrugada del viernes al sábado. Despierto. Dormí una siesta de casi tres horas, así que tiene sentido. Me gusta que las cosas tengan sentido aparentemente porque sé que, en realidad, nunca lo tienen de verdad. La casa está en silencio. Ni siquiera se escuchan los ladridos de los perros de nuestros vecinos. No sé si llueve o no. Estoy aquí, en este nido oculto a la luna. Cerraré los ojos e intentaré viajar a la Antártida, al Amazonas, a una pequeña isla griega de casas blancas, a la Patagonia. Estoy aquí, en este camarote del submarino. Me tumbaré en la litera y soñaré con un cielo con nubes, muchos metros más arriba del océano que me rodea. La nave cruje de vez en cuando por la presión, pero yo ya duermo en el colchón caliente que dejó mi compañero de guardia al sustituirme. Mi pensamiento ya no me pertenece.

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