M. corrige exámenes. El mandarino de la terraza del salón se cubrió de pequeños y apretados capullos blancos. C. trabaja en sus deberes. Al fin regresaron los vencejos a sus nidos de adobe en el alero. P. está en Madrid, en un viaje de estudios. Donde hay chopos flotan en el aire sus copos de algodón. Mis padres están en Cáceres haciendo turismo. Las placas tectónicas que convertirán el mediterráneo en una cordillera más alta que el himalaya se mueven bajo la corteza terrestre a una velocidad de cinco centímetros por año. En el silencio de la casa sólo se escucha el sonido de mis dedos pulsando las teclas del ordenador.
jueves, 10 de mayo de 2007
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3 comentarios:
Nunca oimos el rumor de las placas tectónicas al deslizarse, de la misma manera que no oimos la historia que nos conduce. Ese silencio está lleno, Jesús, tan lleno de lo imprevisto y de lo lejano.
Hola, Luis,
a mí una de las cosas que más me gusta hacer es buscar ese silencio y, a través de los sentidos y la imaginación, intentar (qué desfachatez) comprender (algo).
Jesús, a veces llego a comprender que no hay nada que comprender. Luego cambio de opinión, pero el relámpago ha estado a la altura del acontecimiento.
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