Cuando despertó se dio cuenta de que estaba en su antigua habitación de la casa de sus padres, y como eso era imposible cerró los ojos durante unos segundos, pero al volver a abrirlos todo seguía allí: la cortina de dibujos florales, la casita de madera en la pared, los libros de Enid Blyton en las estanterías. Entonces, ¿toda su vida había sido un sueño: su marido un sueño, el nacimiento de sus dos hijos un sueño, la muerte de sus padres un sueño? Guiada por el sonido familiar de la radio salió al pasillo temblando de arriba abajo. Al asomarse a la cocina reconoció el pequeño cuerpo de su madre inclinado sobre los fogones. "¿Mamá?", dijo con un hilo de voz. La mujer de cuarenta y siete años se volvió, dijo: "Hola, cariño, ¿has dormido bien?", y sonrió a la hija adolescente que se acercaba a ella con los ojos arrasados por las lágrimas.
martes, 11 de septiembre de 2007
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4 comentarios:
Me ha encantado, Jesús. Es desasosegante de verdad.
Un abrazo.
Gracias, Portorosa, un abrazo.
Yo dormí una vez en mi vieja casa. Tenía 35 años y estaba deshabitada hacía muchos, y sentí el desasosiego. En un momento levanté en la oscuridad mi voz de adulto y llamé al pasillo: mamá. Me sentí ridículo, pero lo había hecho. Nadie vino.
Me ha conmovido muchísimo lo que cuentas, Luis. Un abrazo.
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