En Monzón, por la mañana temprano, detenido frente a un semáforo en rojo, contemplo a los jóvenes que salen de las carpas donde han pasado la noche bailando. Un mozo lleva sobre los hombros a una chica morena, balanceándose peligrosamente de un lado a otro hasta caer con estrépito sobre la acera. Por un momento me asusto y empiezo a girar el volante para acercarme a ellos, pero veo que se levantan como si nada, riendo alucinados. La mayor parte de los que deambulan por la avenida están borrachos. No puedo dejar de darme cuenta de lo grotescas que somos las personas en ese estado. Hay grupos tambaleantes que piden a los conductores que accionen el claxon de sus coches. Algunos lo hacen. A mí no me apetece. Siento alivio cuando dejo atrás el pueblo en fiestas y vuelvo a conducir a través del campo camino del trabajo.
jueves, 20 de septiembre de 2007
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3 comentarios:
La primera semana de septiembre son fiestas en Barbastro, donde trabajo; la segunda en Binéfar, donde vivo, y la tercera en Monzón, por donde paso cada día por estar en medio de las otras dos.
Jo!, que rosario!
Pues aquí estan montando esos chismes de mercados medievales.
Con tal mala fonguia que ponen un corralito con caballitos (caballos de verdad pero canenes) en la plaza donde cagan los perros.
Una pus. El Iru se sube a un banco y se pone a aullar y tienes que ir tirando de él hasta arrancarle del sitio.
Y luego huele a cagorro equino un mes.
grrrrrr
Ah, pero es que ya existe toda una industria alrededor de los mercados medievales y los pasacalles con zancos. Hay "Artesanos de feria medieval" profesionales que recorren la geografía española de fiestas en fiestas: herreros, carpinteros, panaderos, etc. Por aquí también se hacen. Un beso :-)
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