miércoles, 4 de junio de 2008

Algarabía

Duermo con la puerta de la terraza abierta, y a las seis de la mañana, cuando aparecen los primeros rayos de luz, me despierta la caótica algarabía de los pájaros: palomas, tórtolas, vencejos, gorriones, estorninos... ¡todos se ponen a gritar y armar jaleo a la vez como si se hubiesen vuelto locos! Me levanto a cerrar la puerta y vuelvo a acostarme, pero ya no puedo recuperar el sueño.

Es primavera y mi cerebro todavía no ha aprendido a ignorar ese ruido. Cuando llegue el verano y duerma igualmente con la puerta abierta ya no escucharé la bienvenida de los pájaros al nuevo día, mi mente se habrá acostumbrado y, por increíble que parezca en este momento, hará caso omiso a semejante milagro.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Si lo que pretendes es despertar mi envidia, felicidades: lo has conseguido...

Jesús Miramón dijo...

¿Envidia? ¿Con lo a gusto que estaba yo durmiendo? Puñeteras aves turulatas... :-)

Petrusdom dijo...

Como ratón de ciudad que soy, yo trato de transformar el rugido de los coches matutinos en saludos educados de ciudadanos con prisa.
Saludos cordiales.

Jesús Miramón dijo...

También yo fui ratón de ciudad, Petrusdom, y justamente bajo mi ventana había una parada de autobús, y cerca un hospital (y un estadio de fútbol, también). Ruidos y más ruidos a todas horas: chillidos de frenos, sirenas de ambulancias, de policía, muchedumbres subiendo y bajando por el paseo... Y sin embargo, como sucederá dentro de unos días con el escándalo de los pájaros al amanecer, mi cerebro los obviaba hasta el punto de no tenerlos en cuenta y creerme estar en silencio en su presencia. Qué raros somos, ¿verdad? Qué capacidad de supervivencia y acomodo. Un saludo.

Anónimo dijo...

Amoshaber,Jesús. Tu sabes bien que semejantes esparajismos no son para saludarte el día, sino la irrefrenable exposición del ardor genésico.
Así que, !hala!, a aguantarse.

Bolo

Jesús Miramón dijo...

No, si no me lo saludan a mí, yo no existo en todo eso, es algo anterior/posterior a mí, algo ajeno a mi oculta y desconocida presencia en el interior del edificio. Lo que hacen los pájaros del exterior es ponerse a cantar como locos a las seis de la mañana y luego, poco a poco, a medida que la luz se va consolidando y en vez de ser gris es azulada, y en vez de ser azulada es de colores, ir callando, dejar de chillar exageradamente, calmarse.

Sostengo, oh, miembros de la academia, que tal llamativo comportamiento no refleja afán fecundatorio ni instintos genésicos algunos, más bien se trataría, a mi parecer, de reacciones gregarias (¿nerviosas?) estimuladas por la leve violencia que significa despertar.

He dicho.