Vuelvo a recorrer los doscientos cincuenta kilómetros que separan el huerto de mis padres y mi casa. Los campos que a principios del mes pasado exhibían su verdor de esmeralda son ahora amarillos, y plagados algunos de ellos de amapolas retan con su belleza a nuestra inteligencia: ¿tiene algún significado la emoción que me produce contemplarlos desde el coche? ¿por qué me asombro de su aparición pura y casual si es algo que sucede cada año? No hay demasiado tráfico en la carretera nacional 240. Son las nueve de la tarde y todavía hay luz. También esto ha sucedido muchas veces: Paula y Carlos, tan mayores ya, duermen en los asientos de atrás, puedo contemplarlos en el espejo retrovisor. Maite corrige exámenes a mi lado para aprovechar el tiempo que le falta en la recta final del curso. ¿Cómo es posible que no se maree? Pero siempre ha podido hacerlo, no sé cuántos suspensos y sobresalientes habrá puesto mientras yo conducía a su lado. Espero que la verdura que nos ha dado mi padre no esté dando vueltas en el maletero: acelgas, cogollos de lechuga, cebollas tiernas, calabacines, todo recolectado hace un par de horas. Tres bolsas iguales, una para cada uno de los hijos que viven fuera del pueblo. Mi padre fue encargado de obra hasta su jubilación, profesión evidente al observar su huerto: no creo que exista otro con las calles y ringleras más rectamente trazadas, más pulcro y ordenado, más planificado: da gusto verlo (y comer sus frutos, por supuesto). Hasta su retiro él nunca había trabajado la tierra, y al principio no confiaba demasiado en sus posibilidades, sin embargo, ayudado por hermanos y cuñados que sí sabían, pronto descubrió que en su interior se escondía un hortelano trabajador y cuidadoso. Tal vez en el corazón de todos los hombres buenos duerme un labrador. Conecto las luces del coche aunque todavía se ve bien. Estos son los días más largos del año. Me fijo en el cuentakilómetros: nuestra Picasso ya ha recorrido ciento doce mil kilómetros en cuatro años. Junio. Dentro de nada todos los de mi casa estarán de vacaciones, y aunque yo tenga que ir a trabajar me sentiré un poco como si estuviese también de fiesta. Más tarde sí, en agosto iremos a Normandía y ya me empieza a preocupar la distancia: qué será mejor, ¿salir a las dos o las tres de la madrugada y hacer todo el trayecto de una vez o ir más tranquilos y hacer noche en un hotel por el camino? Ardo en deseos de partir. Incluso ahora, de regreso de una comida familiar, cansado y con el estómago más lleno que de costumbre, me siento feliz conduciendo. Carretera y manta, eso me gusta mucho. Dejamos atrás Barbastro. Hace nada estaban podando las viñas desnudas y mira cómo crecen ahora colmadas de hojas. Qué guapas estaban mis sobrinas pequeñas, ellas son nuestros pámpanos. Y mis hermanos, mi hermana, cada uno con su vida y sus proyectos, mi sangre, mi infancia, mi clan. Viñas, pámpanos, uva, vino, conversación, risas, besos de despedida. Blancos molinos de viento girando a un ritmo constante y poderoso. La gran ciudad de Zaragoza quedando atrás. Campos amarillos de cebada salpicada de amapolas. Los semáforos de Monzón. El canal de Zaidín. Entro en Binéfar, enfilo mi calle. ¿Por qué me asombro? ¿De qué estoy hablando exactamente?
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8 comentarios:
Hablas de tu vida, Jesús. Una vida en la que parece encajar lo que deseas con lo que tienes.
Una suerte, desde luego.
Enhorabuena.
P.D. En cuanto al viaje a Normandía, olvidate del reloj, sal cuando te de la gana y disfruta del camino sin ponerte límites para llegar o no. Por supuesto que debéis hacer noche entre medias, y noches, si hace falta. Desde tu casa hasta las playas del desembarco está Francia, enterita, llena de sitios por lo que merece pasar, pararse, y por supuesto, hacer noche...
Yo sí que me asombro cada vez que leo tu blog, me asombro también del asombro que siento al leer tus escritos, me gustan. Estoy hasta arriba de trabajo, al igual que Maite, estoy corrigiendo...Ayer en el tren de ida y vuelta a Zgz. corregí algunos, pero aún quedan..Mi cumple lo pasé en el tren y de funeral, murió el suegro de mi hermana y tuve que ir al funeral a Zgz.He dejado de corregir para leerte como siempre. Mi marido se ha ido a Monzón a tocar. Estoy haciendo a la vez: la comida de hoy y de mañana, corregir, oir a brahms, recoger ropa y darle vueltas a la cabeza. No sé si es el trabajo o qué se yo... pero hoy me siento infinítamente sola y triste, serán las hormonas.. o es que tengo quizás un problema....El ensayo no fue lo mismo sin tí. El viernes si Dios quiere, celebraré mi cumple por todo lo alto con mis mejores amigos-as.
un abrazo a todos los del blog
Hola, Teresa, qué alegría verte por aquí. Sí, creo que haremos al menos una noche en el camino, ya veremos. El caso es que tenemos que tomar posesión de una casa rural en una fecha determinada, algo que condiciona un poco el viaje, pero vaya: es cierto que cruzaremos como quien dice toda Francia, algo que me hace muchísima ilusión. Luego dispondremos de quince días para hacer todos los kilómetros que queramos, que serán muchos, al norte, al sur, al este y al oeste. Un beso.
Feliz cumpleaños, queridísima directora, a pesar de las circunstancias. No me acordé de llamarte (lo voy a hacer en cuanto haga este comentario). El viernes que viene allí estaré, y beberemos cava, y cantaremos. Un beso muy fuerte.
Quizá no esté de más volver a decirlo: ¡excelente entrada!
No sé si está de más pero se agradece mucho, Arp. ¡Gracias!
:-)
Olé, Jesús. Qué bien.
Un abrazo.
Gracias y olé :-)
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