Horas después del encuentro victorioso cargo el equipaje de mi hija en el coche y partimos hacia Zaragoza, desde donde ella viajará a Inglaterra. Tanto en Binéfar como en Monzón todavía hay gente que celebra ruidosamente el triunfo de España haciendo sonar el cláxon de los coches y ondeando banderas. La carretera nocturna es diferente: un silencioso agujero de gusano que comunica estaciones espaciales. En el aparcamiento del pabellón deportivo Príncipe Felipe esperan otras familias, desconocidas entre sí. Son las tres de la madrugada y la situación trae a mi imaginación escenas de películas apocalípticas, ciudades desiertas, supervivientes esperando ser evacuados. Aparece el autobús y llega el momento de las despedidas, abrazo a Paula, la beso, le digo que disfrute de la experiencia, que practique inglés, que nos llame por teléfono cuando llegue, todas esas cosas. Luego regreso a Binéfar. Son las cuatro y media de la mañana. Pequeñas bestias se apartan de la carretera nacional: una comadreja, un zorrillo al pasar por Barbastro.
lunes, 30 de junio de 2008
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2 comentarios:
Sólo quería decirte que ayer pasé unas cuantas horas leyendo antiguas
anotaciones de tu 'cuaderno de bitácora' y quería que supieras que me han parecido bellas. Muy bellas y más cosas. He sentido que eres un poeta.
Gracias, Jesús. Por lo que cuentas, por cómo lo cuentas. Eres un hallazgo, una estupenda sorpresa.
Muchas gracias a ti por leerme.
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