Salgo a la terraza de arriba vestido con un pantalón corto. Por la tarde hacía calor pero ahora la brisa nocturna estremece la piel de mi espalda con su frescor vivificante. Son las doce: un día termina, otro comienza. No hice gran cosa hoy, nada que cambiase el mundo. Sin embargo respiro bajo el espacio estelar, piso el mismo escenario que acogió a grandes y pequeños hombres. En el idioma natal, en el color de mi piel y mi cabello, en los aromas a los que estoy acostumbrado, en la estructura de mis huesos y los gestos que hago sin darme cuenta me acompañan los muertos, miles, millones de muertos que no son fantasmas sino estratos, sedimentos que me empujan hacia adelante con un afán ajeno a la inteligencia. Bebo un sorbo de whisky y contemplo la pequeña plaza ajardinada junto a la residencia de ancianos. Las farolas revelan en contraluz la orfebrería de las ramas de los árboles. La luna llena se traslada en el cielo negro sobre mi hombro izquierdo.
miércoles, 18 de junio de 2008
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2 comentarios:
Leí ayer y volvió a suceder.
Es ahora en la mañana cuando puedo contarle eso que le ocasionó cierta intriga.
Primero le explico qué quiero decir con 'volvió a suceder'.
Cuando el miércoles en la noche terminé de recoger la cocina, después de cenar, hice algo que cuando llega el buen tiempo me encanta ¿Sabe qué? Prepararme un trago, o lo que es lo mismo, prepararme un whisky con hielo y un poco de agua, sentarme en la terraza y dejarme llevar... Mirar el cielo, las estrellas, y sentirme acompañada con los recuerdos o tal vez por mis sueños. Pero además, esa noche, el cielo me regaló una espléndida luna llena que iluminaba esos momentos más intensamente que otras noches. Cuando eso sucede me dan ganas de hablar con ella y decirle que siento que su luz me cubre, a mí y a todos los que quiero y están lejos, y que gracias a su luz por un momento salen de las sombras y lucen espléndidos en las estrellas que esa noche le acompañan.
Así que cuando a primera hora de la mañana le leí... volvió a sorprenderme increíblemente. Sentí que alguien desconocido, lejos de acá, compartía conmigo ese momento. Cuando suceden cosas así, es que pienso, a pesar de mi edad, que la magia existe.
Y es que otra vez pasó algo parecido. Le cuento: vivo desde hace un tiempo en la ciudad que usted citó hace unos días, cuando por primera vez le leí; vivo circunstancialmente en Reus (aunque me da que será por mucho tiempo) y tengo amigos del alma en Lleida, porque allí nací y viví unos cuantos años. La misma ciudad por la que ustedes caminaron: la calle Mayor, el 'castillo' -así le decimos los que allí nacimos- en la que comieron caracoles a la 'llauna' -me gustan a rabiar- y una 'esqueixada' de bacalo. Eso, eso que usted contó, el encuentro con los amigos queridos en mi ciudad, sucede de cuando en cuando en nuestras vidas de esa misma manera. La misma secuencia que usted nos contó, nosotros la hemos vivido exactamente. ¿No es eso una magia? Para mí, lo es.
Les mandé a mis amigos ese texto. Era lo menos que podía hacer. Y ya puede imaginar cómo les sorprendió.
Y más cosas... pero es tiempo de ponerme a trabajar.
Buen fin de semana para usted, para todos lo que asoman por acá y que el fuego de Sant Joan nos 'limpie' de lo que no nos sirve, de lo que entorpece nuestro camino.
Y gracias por estar y por las palabras.
Escribo apresuradamente porque ahora mismo nos ponemos de nuevo en camino, pero quería decirle dos cosas: la primera es que nada me satisface y me conmueve más que el que un lector, una lectora en este caso, se sienta concernida por lo que escribo, muchas gracias por decírmelo; la segunda es: ¿podemos tutearnos?
:-)
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