A las cuatro y media de la tarde atendí a una joven ecuatoriana de grandes ojos negros y tez pálida. Olía a fritura, a cocina industrial. Venía de trabajar. Flor del mundo. Dulzura.
lunes, 20 de octubre de 2008
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4 comentarios:
Esperando no caer en la demagogia, ¿no es un regalo ver tanta variedad por la calle?, ¿no nos dan mucho?
Peruanos y bolivianos de perfiles extraídos directamente de los frisos aztecas, asiáticos de cabello negro como el azabache, rusas de piernas interminables y cabello rubio largo hasta la cintura, yugoslavos de cabezas afeitadas y cuellos de toro, polacos de ojos melancólicos, robustas búlgaras fumadoras de tabaco negro, jóvenes hombres marroquíes de cabello engominado y camisetas ajustadas, jóvenes mujeres marroquíes de pañuelo al cuello y mirada inquisitiva tras gafas de vanguardia, pálidas rumanas, adolescentes esposas negras vestidas con espectaculares tejidos estampados en colores brillantes, argentinos de voz aterciopelada, ecuatorianos pequeños de acento meloso, altos negros de aspecto nilótico. Todos tan diferentes y sin embargo, cuando les miro a los ojos al otro lado de mi mesa, siempre la misma cosa, la misma naturaleza familiar que conozco, la misma pulsión. ¿Nos dan algo? ¿Nos quitan algo? Oh, pero los seres humanos no damos ni quitamos, sólo somos, estamos y ya.
Ya, ya, pero a nuestra sociedad, a nuestra sociedad yo creo que le dan algo, que le dan mucho. Es una riqueza, esta variedad.
Un abrazo.
Desde luego que sí, estamos de acuerdo. Un abrazo.
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