A las nueve de la mañana asisto a un curso de trabajo en Huesca. La voz monocorde del profesor convierte mis neuronas en gelatina. Tengo microdesmayos en los que sin embargo, lo sé, no importa que sea incapaz de recordarlos, sueño. Mis compañeros también lo hacen, puedo reconocerlo en la laxitud de sus mandíbulas, en su respiración suave y acompasada, en sus ojos exageradamente abiertos.
Por la tarde preparo mermelada con unos higos casi condenados al cubo de basura. Extraigo su carne, la pongo en una cazuela con dos cucharadas de azúcar y un poco de zumo de limón y dejo que hierva lentamente durante un rato. Hacer mermelada es lo más fácil del mundo. La de higos está muy buena con queso de sabor fuerte como el que nos gusta en casa.
Apenas escribo nada. No hago ejercicio y he vuelto a engordar. Me estoy dejando el pelo largo a pesar de los rizos. Me gusta el frío pero desde hace unos días me ducho con agua caliente. Por la noche me sirvo un generoso bourbon con hielo y leo libros sobre la segunda guerra mundial.
lunes, 6 de octubre de 2008
Mermelada de higos
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4 comentarios:
¿Y qué tal te encuentras?
Un abrazo.
Mayormente me encuentro bien, Porto, gracias. Como un corcho en el centro de la corriente (o los remansos), ya sabes; como un corcho bien cómodo y perezoso. Un abrazo.
Hola, Jesús. Parece que te estés preparando para el frío, o para "hibernar" (preparar comidas, dejar de hacer ejercicio, engordar, pelo largo...) Nos vemos poco, pero si no sé de ti en un tiempo, pensaré que estás de verdad hibernando.
Un saludo
josé Luis Ríos
Hola, José Luis, y gracias por darme la clave de mi actual estado: me estoy transformando en un oso. Hablo en serio.
Un abrazo.
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