domingo, 19 de octubre de 2008
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5 comentarios:
Algunos domingos, después de comer (hoy roast beef con guisantes, puré de patatas y champiñones al ajillo), me voy a la cama a leer acompañado de un Jack Daniel's con hielo. Me tumbo en la cama con mi cojín especial apoyado en la almohada y leo un rato (El día de la batalla, de Rick Atkinson, el volumen más gordo que hay encima de los demás). Todo resulta de lo más agradable, porque si entre lectura y sorbo me entra el sueño lo único que debo hacer es dejar el libro a un lado, cerrar los ojos y roncar plácidamente, que es lo que suele suceder. Dudo que existan muchos placeres mejores que eso. Lo que asoma detrás de los libros es un medidor digital de la tensión arterial, que, pese a mi aumento de peso, está controlada. La base de la lámpara está rota porque se cayó al suelo hace muchos años. En el enchufe está puesto el cargador del iPhone con el que he hecho la fotografía (y con el que pienso hacer muchas más). La pared está pintada de un azul muy suave.
Qué guay, Jesús.
Felicidades por todo.
Hola, Porto, lo cierto es que cada vez disfruto más de los pequeños placeres a mi alcance. Un abrazo.
¡Y bien que haces! :-)
:-)
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