Despierto más tarde de lo acostumbrado. La luz entra a raudales en el dormitorio. Levanto el brazo derecho y abro la mano delante de mí, los dedos muy separados, cada milímetro de piel potentemente iluminado por el sol.
viernes, 4 de septiembre de 2009
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11 comentarios:
Que delicia, Jesús!
Yo hace 25 años que no cierro la persiana por la noche, así sé cuando comienza el día, y me encanta.
De acuerdo con A filla, una delicia. Yo duermo mejor sin luz, así puedo entrar mejor en mis profundidades, en mi cueva particular. Un beso
A mí me gusta mucho la luz, y, si tengo sueño, no me molesta especialmente para dormir (debe de ser un superpoder que tengo). Un beso, A filla.
Hola, Elvira,
mi hija mayor duerme absolutamente a oscuras, las persianas bajadas hasta el suelo, las puertas cerradas, justo al revés que yo. Ella también se hace su cueva particular.
Un beso.
Yo también duermo con luz; por la velux, ¡cuando hay sol!, también entran los rayos y juego con la luz.
Tú viste una radiografía en color de tu mano nada más despertar, qué preciosidad!
Abrazo desde la nave.
(He leído lo del dedo ¡y la multa!... Ya les vale... Reponte pronto.)
Hola, Hipatia, una radiografía en color de mi mano, no lo había pensado, me gusta la idea. Un abrazo.
Un despertar cargado de vida aunque, a veces, no veas cómo fastidia ese rayo de sol en los ojos cual foco de un tercer grado.
Besos
Hola, Añil,
sol por la mañana y ahora mismo, a las nueve de la noche, una tremenda luna llena sobre Zaragoza.
Un beso.
A mí me gustaba a rayas, en el silencio de aquel tiempo; marcadas por la persiana. En las rayas iluminadas se veía el polvo que pasaba a ser invisible en la raya oscura y volvía a iluminarse en la siguiente.
En la siesta de los veranos, si pasaba alguien con una prenda de color, ese color se reflejaba en la pantalla rayada de la pared.
Como nunca quería dormir la siesta, a veces mis dos hermanos mayores se bajaban a fumar el cigarrito de después de comer paseando por el sitio exacto del reflejo, para que viera colores.
«En las rayas iluminadas se veía el polvo que pasaba a ser invisible en la raya oscura y volvía a iluminarse en la siguiente.
En la siesta de los veranos, si pasaba alguien con una prenda de color, ese color se reflejaba en la pantalla rayada de la pared.»
Qué misterios nos envuelven. Y tus hermanos, NáN, qué majos, paseando pensando un poco en ti. Me ha gustado mucho el comentario. Un abrazo.
Muchas gracias Jesús. Y es cierto, nunca he tenido un problema con mis hermanos, que me vieron y trataron siempre como el pequeñajo y pocos años después tuvieron que hacer de "padre" (estupendamente).
Un abrazo para ti.
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