Mientras escribo suenan los fuegos artificiales. Las explosiones retumban entre los edificios: ¡PUN-KA-PUM! (punkapum, punkapum, punkapum). Las hay secas y rotundas como obuses: ¡BOUM! (boum, boum, boum), y están también esos cohetes que se elevan con un silbido: FIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiuuuuuuuu, hasta romper y abrirse silenciosamente en la oscuridad. Permanezco sentado delante de mi mesa. Los he visto muchas veces. Sin necesidad de cerrar los ojos puedo contemplar los fuegos artificiales en el interior de mi cerebro. Esto es algo que, incomprensiblemente, a todos los seres humanos nos parece natural. Cuando escucho la traca final pienso: «Ahora sonarán los aplausos», y suenan remotos, entusiasmados.
lunes, 14 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Y supongo que tú también aplaudes por dentro, contento de que se hayan acabado los ruidos de la feria, el dormir mal y el calor.
Aquí ha cambiado muchísimo la temperatura con las lluvias. Se agradece. Ya sólo queda una semana para el otoño. :-)
Oh, por supuesto que sí, Elvira, yo también aplaudo entusiasmado (y remoto). Aquí también han descendido mucho las temperaturas, por la mañana temprano casi hacía frío. Una verdadera gozada. Los próximos tres meses son mis preferidos entre todos, mi resurrección.
Es curioso. Los fuegos artificiales, con su rito repetitivo de fin de verano, se me antojan una metáfora ideal e imprescindible de la renovación o purificación necesarias para poder seguir caminando.
Esa recursividad del texto me encantó.
Un abrazo
¡PUN-KA-PUM!
:-)
Publicar un comentario