Entre las sombras del sueño (una cárcel o acaso un cuartel, Europa del Este, edificios de hormigón, largos pasillos, olor a tierra húmeda) se abre paso el zureo de las palomas: uh-úuuuh, uh-úuuuh, uh-uh-úuuuh; y a continuación el chirrido del parloteo de los aviones comunes que anidan en el alero del tejado. Me siento al borde de la cama y trato de recuperar de mi cerebro, antes de que se esfumen, escenas de hace un momento: calles embarradas, absurdos parterres de flores junto a los muros grises, la crueldad indiferente en los ojos del guardián que prohíbe dar sepultura al cadáver de mi hermano... Decido que no quiero recordar más y regreso a la algarabía de los pájaros, a la luz nueva. Es hora de ponerse en pie.
domingo, 2 de agosto de 2009
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8 comentarios:
Los viejos no perdemos memoria: tomamos esa decisión.
Un placer encontrarte
Gato
Por supuesto que sí. Bienvenido a las cinco estaciones, Gato.
La lucidez es tan, tan molesta. Más que el ruido de los aviones, más que las palomas.
Ya lo decía Otelo: "Apaga la luz y luego apaga la luz".
Gato
Además de molesta también puede ser interesante. Casi tanto como los sonidos que hacen los animales.
En tu sueño se reedita el drama de Antígona: la prohibición de sepultar al hermano. No sé porqué, pero me viene de inmediato a la mente...
Tú y los clásicos, Luis :-)
Sueño mucho y de una manera muy vívida, muy real en su percepción. Es algo un poco raro, no sé.
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