A las cuatro de la madrugada volvimos a recorrer la carretera desierta. Ella, tras veintidós horas de viaje, se quedó dormida. De vez en cuando yo la contemplaba brevemente en el espejo retrovisor y era feliz.
A las cuatro de la madrugada volvimos a recorrer la carretera desierta. Ella, tras veintidós horas de viaje, se quedó dormida. De vez en cuando yo la contemplaba brevemente en el espejo retrovisor y era feliz.
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