A las cuatro de la madrugada volvimos a recorrer la carretera desierta. Ella, tras veintidós horas de viaje, se quedó dormida. De vez en cuando yo la contemplaba brevemente en el espejo retrovisor y era feliz.
lunes, 3 de agosto de 2009
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18 comentarios:
¡Cómo te entiendo! Mi hija está trabajando en Camboya y la echo muchísimo de menos. ¡Tengo unas ganas de verla! :-)
¡Camboya está muy lejos! Ojalá puedas abrazarla pronto.
Jesús, cuando empezé a leerte esa muchacha que retorna era una niña- fardo en el asiento posterior del coche camino o de vuelta de vacaciones con vosotros y con su hermano.
A veces tan seco y a veces tan tierno, como un espejo con aguas que cambia la imagen con un desplazamiento de un milímetro.
!Ah, no! Lo de viajar apretados, no.
Bolo
Qué bien, ya la tienes de vuelta. Mi hija vuelve mañana, lleva un mes en la isla (G.Bretaña) Tengo unas ganas de abrazarla y de escuchar cómo duerme en su habitación!!
A viajar apretados yo tampoco me apunto, jaja!
Luis, es que el tiempo, los años, pasa también en este otro lado, en este mar de los sargazos. Un abrazo (y enhorabuena por tu nuevo blog).
Hola, NáN, a menudo, por no decir siempre, un milímetro es suficiente.
Hola, P., los detalles sí (a mí me gustan mucho los detalles), pero los que tú sugieres, en fin, esto... no son mis favoritos. Un saludo y bienvenido a este cuaderno.
:-)
Yo particularmente odio viajar apretado. De hecho en tales circunstancias me pongo de color verde, mi tensión desciende hasta el límete de la lipotimia y mi mirada se transforma en rayos láser asesinos. Todo un espectáculo, Bolo y Elvira.
Qué alegría, Ana, que regrese muy bien y muy contenta. Hay que ver lo que viajan los jóvenes ahora, ¿verdad? La idea de que el mundo se extiende ante ellos me conmueve profundamente.
Bienvenida!
¡Muchas gracias, Filla do Mar!
Me alegro de su regreso. Espero que haya estado muy bien, Jesús.
He pasado un muy buen rato poniéndome al día con tus posts.
Un abrazo.
Le fue maravillosamente. Ahora le está costando un poco adaptarse al "tamaño" de nuestra geografía diaria (tengo la impresión de que P. volará muy lejos en cuanto pueda). Un abrazo.
Ay, se supone que para ser capaz de eso y más los educamos, les ayudamos; para ser personas; y sin embargo, también da pena, ¿verdad?
Es tan bonito saberse necesario...
Portorosa, ahora que no nos oye nadie te diré un secreto: a mí me da mucha pena, muchísima. A veces veo fotografías de cuando eran pequeños y tengo ganas de llorar. Pero me recompongo y digo con voz tranquila la correspondiente y obvia verdad: «Así es como debe ser» (aunque mi corazón siga sintiendo esa pena tan grande).
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