Estoy tan cansado que se me cierran los ojos. Debería irme a la cama, lo sé, pero me aferro débilmente a los últimos minutos de este día corriente, este día único desde el comienzo del mundo, este último jalón, finisterre, el extremo más remoto de mi viaje. Debería irme a dormir, es verdad, y lo haré en cuanto haya escrito esto: vivir es un misterio maravilloso.
martes, 23 de febrero de 2010
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6 comentarios:
La voluntad de vivir hermosea esto. Si yo fuera Dios y en tu Juicio el abogado aportara este alegato, diría "No quiero saber más, pasa hijo, que si tienes pecados te son perdonados".
Y yo diría: "Ah, pues gracias, Dios, eres muy amable. Esto... ¿por dónde se va al bar?"
:-)
Te está entrando la murria esa primaveral.
En el jardín donde trabajo ya estan muchos árboles floreciendo, da hasta miedo de bonito que se pone.
Como por mis mucho avatares tengo sequía textuoide, he pensado renovar el blogo poniendo fotacas del proceso.
Te van a gustar pese a que anuncien el espanto espantoso calorero.
Decirte que te leo y que te quiero, pero que ya sabes que cuando acontecen cosas (no todas precisamente malas) me recluyo.
No ha sido nada.
Besuco.
M.
Querida Miranda, no puedes imaginarte la alegría que he sentido al verte por aquí, ¡el corazón me ha dado un vuelco! Un beso enorme. A ver si te llamo un día de estos, que lo mío no tiene perdón. Otro beso.
Qué buena imagen la de Finisterre como expresión del final de cada jornada. Sorprende lo muy a menudo que se nos olvida esta circunstancia. Habría que vivir las horas con esa entrega tuya. Con parecida convicción.
(A ver si se me contagia un poco). ;-)
Un beso
Ah, no, Gemma, pero yo no vivo cada hora así, sería agotador y patológico (aunque un poco patológico me parece que sí que soy); sólo algunas veces. Salgo pitando camino del ensayo del coro. ¿Ves? Esas horas sí que suelen ser apasionadas. Un beso.
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