Pasad, nubes, pasad
ingrávidas y veloces sobre mí,
no llegaréis a tiempo
al sitio del que vengo.
Cantad la canción,
hojas del bosque,
sobre la tierra que
eternamente rueda.
Cruje, nieve, buscando el atajo.
Brilla, sol, antes de tu hora.
Navega, nube, sobre la sombra de mi alma
y sigue tu camino, pues yo
encontré lo que buscaba.
domingo, 28 de noviembre de 2010
Para Teresa
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6 comentarios:
Emocionante, Jesús, un abrazo.
Las lágrimas que no han caído al leer el post de Teresa caen ahora leyendo tu poema.
Gracias por esto, por lo que escribes y por cómo lo escribes. Descubrí tu blog hace unos meses y lo busco todas las mañanas.
Nunca hago comentarios, pero hoy no he podido pasar sin hacerlo.
No sé si estas cosas importan o no. Pero Teresa debe saber que todos los días muchos mirábamos la ventana cerrada e imaginábamos lo que había detrás.
Hermosísimo, Jesús. Un fuerte abrazo
Claro que importa. Y mucho. Sobre todo porque, sin saberlo, has dado en el clavo más de lo que podrías imaginar: las nubes eran algo como un guiño especial entre nosotros dos.
Mil gracias, Jesús. De nuevo, como siempre, demuestras lo buena persona que eres. Tengo suerte de conocerte y de haber conservado el contacto contigo desde hace tanto tiempo.
La radio anunciaba dos grados bajo cero. El campo está cubierto de hielo. Comienza una nueva semana. Un abrazo a todos, especialmente a Teresa.
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Ah, y bienvenido (¿bienvenida?) a las cinco estaciones, lector anónimo.
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