martes, 26 de abril de 2022

Costumbre

El mes próximo cumpliré cincuenta y nueve años y sigo sin comprender absolutamente nada. Y sí, digo absolutamente y digo nada y digo bien, pues cuando parece que comprendo algo es exactamente eso: una apariencia. Sobrevivo lo mejor que sé, improvisando y cuidando de mi tribu, que se extiende miles de kilómetros a mi alrededor. Continúo explorando día a día y, en consecuencia, asombrándome. Aunque algo comienzo a saber: esa sorpresa sólo terminará cuando, mañana o dentro de treinta años, mi cerebro se apague. Es mi enfermedad y mi pasión desde los once o doce años. Ha pasado mucho tiempo. Seguramente esta estupefacción contenida y serena es la evolución de la curiosidad original. Conozco dónde terminará el suelo que piso, la luna que veo por la mañana, ya de día, cuando camino hacia el trabajo. Y sin embargo sitúo un pie delante del otro y siempre así, hacia adelante, el corazón latiendo detrás mis costillas, la brisa fresca acariciando mi rostro con la costumbre de la esperanza.

3 comentarios:

fernando dijo...

Precioso, Jesús.
Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Gracias, Fernando, otro para ti.

Fackel dijo...

Creo que no se trata de comprender absolutamente nada, sino de entender relativamente algo y distinguir lo más posible a nuestro alcance. Lo que se pueda. Cada vez me dan más repelús los absolutos.