Florecen los almendros
bajo la lluvia suave.
Sístole y diástole.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Cuarto día
martes, 3 de marzo de 2009
Tercer día
Cuando Carlos Miramón termine de hacer sus deberes me ayudará a preparar unas empanadillas. Él picará en la tabla los pimientos, la cebolla, los ajos, el tomate y los huevos duros; yo lo guisaré todo, añadiré el bonito, dispondré las obleas, las rellenaré, las doblaré; luego él las sellará presionando los bordes con las púas de un tenedor.
lunes, 2 de marzo de 2009
domingo, 1 de marzo de 2009
Primer día
Primer día de marzo. Buenos propósitos para el resto de mi vida. Qué grotesco, ¡como si a estas alturas no fuese consciente de lo perezoso y voluble que soy! Pero me gustan los comienzos (los lunes, despertar).
jueves, 26 de febrero de 2009
Poder hacer
Hoy en el trabajo he atendido a un hombre de cuarenta y ocho años. Tenía la mirada transparente de las personas gravemente enfermas y una preciosa voz de barítono, limpia y sin afectación. Hemos hablado un rato. Él comprendía todo lo que yo le iba diciendo. Durante unos segundos se ha quedado pensando, absorto, muy lejos, el brazo derecho sobre la mesa, el izquierdo sobre su rodilla izquierda, y a continuación se ha encogido de hombros, ha hecho ese gesto universal, ¿qué más podía hacer?
Anotado por Jesús Miramón a las 22:50 | Diario , Vida laboral
martes, 24 de febrero de 2009
Mar de los sargazos
Al llegar la oscuridad se escuchan con más nitidez todos los sonidos: el roce de las algas contra la quilla, el susurro de la broma atacando la madera, el perezoso chapoteo del agua quieta. Calma chicha. Sentado en el puente espero con paciencia el regreso del viento.
domingo, 15 de febrero de 2009
Una araña en la pared
Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Una araña pequeña que desde lejos parece negra pero al acercarme se revela marrón, tal vez vino, cereza, sangre oscura. A pesar de que no hago nada salvo acercarme a ella y observarla con curiosidad, el insecto me detecta y huye sobre el muro de color albero. La dejo ir.
Diez minutos antes me excusaba en el portal de una fiesta de cumpleaños. Vamos, entra a tomar algo, me decía la madre del homenajeado. No, no, gracias, mañana es lunes y hay que prepararlo todo, dile a Carlos que salga, por favor, le decía yo. Aparecía el padre, venga, hombre, tómate una cerveza. No, de verdad, gracias, otro día, gracias.
Oh, Dios, si hay algo que odio de llevar e ir a buscar a Carlos a las casas de sus amigos es tener que relacionarme socialmente. Aunque debo decir que todas, absolutamente todas las familias que he conocido de este modo, están compuestas por gente amable y encantadora. El problema soy yo. Me gusta mi especie, me interesa, me conmueve, pero cada día de lunes a viernes me relaciono profesionalmente con treinta o cuarenta personas distintas, así que lo que más me apetece el fin de semana es estar solo, no tener que escuchar a otros seres humanos.
Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Al aproximarme para observarla más de cerca huye en dirección al techo. Allí debe de tener su escondite. Su nido. Los insectos despiertan. El invierno comienza lentamente a despedirse.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Voluntad
Le digo: Si sufriese un accidente de tráfico, por ejemplo, sí, no me mires de esa manera, al fin al cabo viajo cada día, mis posibilidades estadísticas son matemáticamente mayores, escúchame, si tuviese un accidente y quedase en coma irreversible, por favor, no permitas que se prolongue mi vida artificialmente, no quiero ser un cuerpo sin consciencia condenado a respirar a través de una máquina el resto de mi existencia, no lo quiero, te lo pido, no permitas que nadie obre contra esta voluntad.
sábado, 7 de febrero de 2009
Después del ensayo
Son las dos de la madrugada cuando salimos del Chanti. Dejo a Susana en su casa y conduzco de regreso a la mía a través de calles estrechas. Arriba la luna llena me acompaña, minotauro, en el cielo negro. Subo las escaleras, introduzco la llave en la puerta, entro en el cálido espacio, cuelgo la chaqueta en la percha de la pared, me sirvo un whisky con hielo, abro el cuaderno, escribo estas pocas palabras.
Anotado por Jesús Miramón a las 02:48 | Después del ensayo
jueves, 5 de febrero de 2009
Párpados blancos
Estoy sentado en una embarcación primitiva, tal vez una canoa, rodeado de personas desconocidas. A mi lado hay una mujer rubia, detrás de mí un hombre mayor, tengo la sensación de que también hay niños. Todos miramos el cielo esperando lo inevitable. Nadie dice nada cuando el sol comienza a crecer hasta cubrir todo el horizonte. El calor de un millón de volcanes evapora el agua del río. La mujer chilla cuando la luz nos arrasa. Cierro los ojos pero ya no existe la oscuridad. Mis párpados son blancos. La muerte suena como el viento.