El ruido del camión de la basura vaciando los contenedores en la calle. El acúfeno agudo que me acompaña intermitentemente desde el primer ataque de ansiedad. El tic-tac del reloj en la cocina. ¿Ya nunca conoceré el silencio verdadero? ¿Cómo es posible que lo haya olvidado de un modo tan definitivo?
Anoche soñé que caía accidentalmente desde el muelle de un puerto pesquero y me hundía cada vez más y más profundamente en las aguas oscuras y sucias de gasóleo y desperdicios. Antes de morir ahogado desperté y fui al cuarto de baño a mear. Luego bebí un vaso de agua en la cocina alumbrada por la luz de las farolas de la acera. Eran las cuatro de la madrugada. Regresé a la cama y, contra todo pronóstico, volví a dormir hasta que sonó el despertador.
viernes, 27 de marzo de 2015
Contra todo pronóstico
miércoles, 25 de marzo de 2015
Y absurdo
Ayer a las siete menos diez de la mañana mi hijo Carlos, de diecisiete años, se alejaba de Barbastro en autobús rumbo a Barcelona, de donde partía su vuelo a Pisa, Italia, país en el que va a vivir durante tres meses realizando las prácticas del final de su grado medio de agente forestal.
Alguien en el trabajo comentó, hacia las doce o doce y media, que un avión con salida desde Barcelona se había estrellado en los Alpes franceses. Mi hijo no podía viajar en él porque a esas horas su vuelo todavía no había despegado, pero antes de caer en ello mi cuerpo sufrió un vuelco, un súbito retorcimiento de tripas, un dolor perplejo del que me costó muchas horas recuperarme.
Otros hijos de otros padres murieron ayer por la mañana, y durante unos segundos, al conocer la noticia, antes del mezquino alivio de saber que el mío no era uno de ellos, sentí todo su dolor descomunal, el golpe frontal, la negación inicial, la desesperación de estar viviendo una pesadilla convertida abruptamente en realidad.
Ha pasado un día y una vez más trato de frenar mi imaginación, inútil y estéril en estas circunstancias. Mientras escribo estas palabras desde la seguridad de un presente más frágil de lo que seguramente estamos dispuestos a aceptar, familias destrozadas por el dolor viajan hacia las montañas donde se estrelló el avión.
Qué sólido mundo, y absurdo.
lunes, 23 de marzo de 2015
Sin título
A menudo yo también,
como tú, maldigo
la imaginación, porque
la lluvia es sólo lluvia
y nada más, igual que
el tiempo es solamente
esta velocidad que
nos precipita y
nada más.
jueves, 19 de marzo de 2015
Balizas
Las ramas de los arbolillos de mi calle son mapas vasculares a la luz de las farolas nocturnas: aquí el de un riñón, allí el de una mano y más allá el de un pulmón creciendo desde la acera hacia el cielo huyendo lentamente de la gravedad.
En el campo, sin embargo, todos los almendros están en flor, los cultivados y también los que crecen salvajes en los ribazos de las fincas y los márgenes de las carreteras. También ellos son un mapa: sus delicadas flores blancas balizan todas las encrucijadas, todos los caminos posibles.
martes, 3 de marzo de 2015
Y lluvia y nieve
Una compañera de trabajo comentó que el jueves volverían a descender las temperaturas, dijo que el hombre del tiempo había advertido de que el invierno aún no había desaparecido del horizonte, que no debíamos guardar los abrigos todavía.
Mientras la escuchaba di silenciosamente las gracias con todo mi corazón ya dañado por el atisbo de la primavera, mi corazón herido por la luz inflamada y la inminencia del gemido de placer de cada yema en las ramas de los árboles de las aceras de esta pequeña ciudad.
Nací en un lugar cálido y equivocado: mi alma debería ser de hielo, oh, sí, mi alma debería ser de hielo y lluvia y nieve y granizo y niebla, así debería ser, así la echo de menos.
martes, 24 de febrero de 2015
Shangri-La
Cinco patos volando hacia el este sobre la pequeña ciudad de provincias, sus características siluetas en el cielo despejado de la tarde. Viento que trae el frío intacto de la nieve caída kilómetros más arriba, en Shangri-La.
viernes, 13 de febrero de 2015
Un paisaje para todo
En los últimos dos o tres años he pasado por tantos estados de ánimo diferentes que mi conciencia está agotada. No rendida: sólo cansada, tumefacta.
Hace tres meses que terminé con éxito el tratamiento farmacéutico contra la depresión y las crisis agudas de ansiedad que padecía, y ahora, ya curado, me siento como el náufrago que se ha salvado del desastre pero, alcanzada la playa, apenas conserva las fuerzas necesarias para ponerse en pie sobre la tierra firme.
Metáforas, alegorías, subterfugios... Bah, seguramente he leído demasiados libros y he visto demasiadas películas. Mi cerebro es capaz de recrear una imagen para todo, un paisaje para todo. No estoy seguro de que eso sea una ventaja.
miércoles, 11 de febrero de 2015
Personas comunes
Hay historias personales que no por repetidas dejan de conmoverme hasta el tuétano. El otro día conocí en el trabajo a una persona divorciada que había regresado para atender a su antiguo marido en estado terminal. Como en casos anteriores, siempre protagonizados por mujeres, me dijo que no podía permitir que él muriese solo, aunque ello significara dejar temporalmente a un lado su renovada vida personal y profesional. También lo hacía por el hijo que habían tenido en común, ya adulto: no podía consentir que fuese él quien cargase en solitario con el peso de circunstancias tan duras y penosas. Así, tras muchos años sin convivencia, cuidaba ahora cada día del hombre de quien había dejado de estar enamorada. Mientras me contaba su situación no pude evitar sentir una profunda admiración hacia aquella mujer de melena pelirroja y ojos claros tras unas gafas ligeras de montura metálica. El cansancio físico y mental asomaba en las ojeras y en la comisura de la boca, pero en su espíritu latía con fuerza aquella discreta generosidad de las personas comunes que hacen que el mundo sea un lugar más bello que el que nos muestran cada día las portadas de los periódicos.
Anotado por Jesús Miramón a las 23:35 | Diario , Vida laboral
El rey desnudo
Esto escribe el rey desnudo: los dones,
como todo aquello que no merecíamos,
se desvanecen y desaparecen con la edad.
lunes, 26 de enero de 2015
Trilobites
En la azotea del edificio de enfrente permanecen los adornos luminosos navideños, apagados. Caigo en la cuenta de que están allí todo el año, anónimos y grises, casi invisibles en la fachada anónima y gris. Una costumbre triste pero práctica.
Los húmedos y blandos campos de cebada tienen el tono verde del musgo. Contrastan con los árboles desnudos y las zarzamoras secas de los caminos. La cordillera, que en los días claros parece estar a un paseo de distancia, luce al fin cimas blancas -pero esta mañana el propietario de un restaurante de Cerler me dijo que el viento se estaba llevando toda la nieve.
Enero se precipita hacia adelante como si en vez de edificios con adornos luminosos navideños apagados me rodease el mar somero que cubría este lugar hace millones de años. Trilobites tan frescos como mi corazón recorren el fondo arenoso. El viento dibuja olas en la superficie, llevándoselas.