miércoles, 5 de abril de 2017

Normal

Qué día más normal ha sido el de hoy, este miércoles cinco de abril de dos mil diecisiete. Ha sido tan normal que si tuviera que dejar algún resto para los futuros excavadores arqueológicos del pasado escogería el día de hoy. Ojalá se dieran cuenta de que los días normales fueron los extraordinarios ladrillos de la felicidad normal de los seres humanos normales de principios del siglo veintiuno igual que hace dos mil, cuatro mil, diez mil, treinta mil años.

martes, 4 de abril de 2017

Zarpazos grotescos

Hoy he finalizado mis diez sesiones de fisioterapia. Ha sido un alivio terminar con la obligación de ir cada día a la clínica. La resonancia magnética desveló, y copio literalmente, "progresiones disco-osteofitarias C5-C6 y C6-C7 con componente foraminal bilateral y presumible compromiso de raíces emergentes C6 y C7, sobre todo de la C7 izquierda". Para resumir: signos degenerativos que, a partir de los treinta o cuarenta años, aparecerían en cualquiera -aunque yo fui porque me dolía y tenía hormigueos en el brazo izquierdo.

He aprendido algo durante estas diez sesiones, y ya lo escribí: somos artefactos, y el discurrir del tiempo deja su huella en nosotros sin que podamos hacer nada por impedirlo.

Sí, es verdad: los buenos hábitos, el deporte, el yoga, la meditación y una actitud elocuentemente positiva hacia los acontecimientos que pueda traer el futuro pueden ralentizar ese irremediable proceso de decadencia, no lo dudo, he conocido al otro lado de mi mesa casos casi increíbles. En lo que a mí respecta no tengo buenos hábitos, no practico deporte, no hago yoga ni tampoco meditación aunque, eso sí, a pesar de mis problemas de depresión y ansiedad, tengo una tendencia absurda a ser positivo, ¡incluso soy de los pocos humanos que cree que nuestra especie se dará cuenta a tiempo del desastre, cambiará la guerra por la exploración espacial y colonizará otros mundos, ahí es nada!

Yo no lo veré y, ¿sabes qué? No me importa. Llevamos tan poco tiempo en este mundo... Probablemente no lo vean siquiera los tataranietos de mis tataranietos. O tal vez sí. Lo único que me da miedo, pero hasta cierto punto, es imaginar a un ser humano asistiendo al fin de su estirpe. Aunque él no lo sabrá como no lo supo el último Neandertal que cada mañana contemplaba el mar Mediterráneo desde su cueva en el sur de España. Probablemente era consciente de que hacía muchas estaciones que los clanes no se reunían según la tradición; seguramente era consciente de que hacía mucho tiempo que no encontraba a seres humanos como él; cuando poco a poco fueron muriendo los miembros de su grupo y él fue el último de su tribu, estoy seguro de que jamás imaginó que su final era el final de una especie que había habitado la tierra durante centenares de miles de años. El mundo era tan aparentemente inmenso. ¿Cómo creer algo así?

Yo no lo veré y, ¿sabes qué? Sí que me importa. Antes he mentido. Me preocupan los tataranietos de mis tataranietos, e incluso los tataranietos de tus tataranietos. Sé que desaparecemos pero, como un gato panza arriba, lanzo zarpazos grotescos a los agujeros negros del universo.

Nada quedará de las vértebras de mi cuello porque cuando muera seré incinerado. Nada quedará de mis músculos contracturados por la tensión intrínseca a la atención al público. Nada de mi cerebro leal y traidor al mismo tiempo, no quedará nada. Sólo, y no es poco, este preciso instante en el que yo he terminado de escribir y tú has acabado de leerme.

lunes, 3 de abril de 2017

En la oscuridad

Tarde de sol que atraviesa la cortina e ilumina toda la casa hasta alcanzar los lugares más recónditos. Tanta luz a mi alrededor mientras mi corazón, como los motores de las naves espaciales, palpita en la más absoluta oscuridad.

sábado, 1 de abril de 2017

Andén

El viento feroz se cuela en la cocina a través del tubo de la campana de extracción de humos. Ulula sordamente como si llegase de otro tiempo: un pasado remoto, un futuro muy lejano.

Al otro lado de la calle las ramas de los árboles se agitan como manos en el andén de una estación.

viernes, 31 de marzo de 2017

No es un mal modo

Hoy dormiré
mientras llueve.

No es un mal modo
de dormir.

jueves, 30 de marzo de 2017

De patos y huevos

Un grupo de tres patos se ha instalado frente a nuestro edificio al otro lado del río. Son un macho y dos hembras, él colorido como el traje de un emperador y ellas grises y modestas como... no sé, ¿las hembras de los patos?

El agua del río Vero se dirige al mar a toda velocidad pero el pequeño grupo explora los grandes charcos que se formaron durante las últimas lluvias en las zonas alrededor de la canalización. Me asomo para ver qué hacen y normalmente tienen la cabeza dentro del agua buscando lombrices, renacuajos y animales o larvas de animales que no puedo imaginar que vivan al otro lado de la acera.

Mientras tanto mi vida personal se ha visto levemente alterada: Alfonso, el fisioterapeuta que trata mis problemas cervicales (al final no era una simple contractura pero tampoco nada demasiado raro para una persona de mi edad y con mi profesión), se va de la policlínica en la que me estoy tratando para iniciar su propia consulta particular, y mañana me atenderá otra persona, una chica de Binéfar a la que probablemente haya dado clase Maite en el pasado.

Me ha dado pena que Alfonso se haya ido porque habíamos establecido una muy buena relación fisio/paciente, pero volveremos a vernos porque para iniciar su nuevo proyecto vendrá al otro lado de mi mesa de trabajo y yo trataré de ayudarle todo lo posible. Es, como dicen por aquí, un buen zagal.

Por otro lado mi hijo se operó ayer las cuatro muelas del juicio. Sí, las cuatro a la vez, y hoy ha venido desde Huesca a Barbastro para que le cuidemos un poco. Nosotros le sugerimos en su momento que se lo hiciera en verano para no perder curso pero no, ¡oh, qué tragedia griega, sus dientes se estaban moviendo!

Ahora sólo puede comer cosas frías y fáciles de masticar. La semana que viene le quitarán los puntos. Va a perder días de clase. Su madre no entiende semejante descerebramiento pero yo lo entiendo tan bien... No sé, ¿por qué los hombres somos así? ¿Que hay un problema? Debemos solucionarlo -o empeorarlo- ya, hoy, ayer, ahora, no podemos esperar, y si es posible debemos hacerlo usando nuestra fuerza corporal.

Esta urgencia muscular, hormonal, testicular, es algo que han sabido aprovechar inteligentemente los ejércitos desde las épocas más remotas. Somos eternas y sucesivas herramientas sustituibles. Moriremos como en la época napoleónica fila tras fila mientras nos disparan, porque, burros, nos basta una sola pregunta: "¿A que no hay huevos?".

domingo, 26 de marzo de 2017

Fui por los campos verdes

A mí, junto al sexo, la comida, la siesta, la lectura, escribir, la música, el alcohol, el cine, no hacer nada, etcétera, una de las cosas que más me gustan son los caminos del campo.

Esta mañana hemos explorado territorio incógnito. Mientras caminábamos yo no dejaba de recordar una canción del siglo XVI que canté muchas veces con la Coral de Binéfar:

Levanteme, madre,
al salir el sol,
fui por los campos verdes
a buscar mi amor.


Muchos kilómetros más allá de los campos verdes podíamos contemplar las cordilleras coronadas de nieve. Vimos también un zorro que durante un momento se detuvo y nos observó con curiosidad antes de salir corriendo. Vimos huellas de jabalís en la tierra húmeda después de la temprana nevada y posterior lluvia de ayer. Entre las rectas líneas de los viñedos crecían miles de pequeñas flores amarillas.

sábado, 25 de marzo de 2017

Nieve a finales de marzo

No ha nevado en todo el invierno ni en muchos muchos años y esta mañana está nevando aquí, en Barbastro, ¡un veinticinco de marzo! Han tardado un poco, pero finalmente los antiguos y caprichosos dioses me han escuchado.

viernes, 24 de marzo de 2017

Zumbido de insectos

Antes, hace años, cuando era joven, no le daba importancia, pero ahora necesito cada día más alguna reciprocidad por pequeña, por minúscula que sea. La definición de nuestro diccionario canónico a la palabra reciprocidad es la siguiente: correspondencia mutua de una persona o cosa con otra.

No me queda mucho tiempo. A menudo tengo esta sólida y serena sensación, sabiendo que forma parte de la mochila mental que cargo a mis espaldas mientras camino entre el zumbido de los insectos resucitados por el regreso de la primavera.

No puedo permitirme perder la vida que me queda en relaciones no recíprocas. No tendré un millón de amigos, ni un millar, ni cien, ni diez acaso. Me da sinceramente igual.

Sé que algunas veces yo he estado al otro lado, en la no reciprocidad, y lo lamento, lo siento, pero a veces las cosas son sencillamente así.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Artefactos

Hoy he ido a mi primera sesión de fisioterapia para solucionar una contractura de la zona del cuello y los hombros que arrastraba desde hacía mucho tiempo. Alfonso, mi fisio, un chico agradable y muy profesional, después de avisarme de que tal vez me dolería un poco, ha ido clavando una aguja en la zona de mi hombro izquierdo, el brazo más afectado, hasta que ha dado con la contractura concreta profundizando en ella y el brazo ha comenzado a temblar por sí solo, absolutamente al margen de mi voluntad, mientras un dolor intenso alcanzaba mi cerebro. "Ahí está", ha exclamado, como el mecánico que va probando cables y fusibles en un coche. A partir de ese descubrimiento ha comenzado a trabajar en mi cuerpo.

A menudo olvido que soy un artefacto. Músculos, un motor tras las costillas que envía y recoge mi sangre a través de un complejo cableado, huesos que me permiten mantenerme en pie.

Al salir de la policlínica he pasado junto a un gran almendro que crece en un descampado lleno de maleza y basura. Todas las ramas estaban en flor. Dos gatos tomaban el sol cerca del río: un macho naranja de cara cubierta de cicatrices y el rabo casi amputado tras quién sabe cuántas batallas y una pequeña hembra de manchas negras y blancas. Tenían los ojos entrecerrados y no hacían otra cosa sino existir.