A mí, trabajando, me sucede que casi todo el mundo me parece interesante y hermoso, independientemente de su género o su edad. Mi manera de demostrárselo es atenderles con profesionalidad y un poco de cariño y empatía. Fuera de la agencia comarcal no me ocurre, sólo me pasa allí. No sé si mi mente, después de tantos años atendiendo ciudadanos, ha generado esa capacidad para hacerme más fácil satisfacer sus necesidades de información o porque soy sencillamente así. Sí, sé exactamente a qué suena lo que he escrito. ¿Alguien lo dudó alguna vez?
martes, 17 de septiembre de 2019
lunes, 16 de septiembre de 2019
Dieciséis de septiembre
Con ligeras variaciones, días frescos y días todavía cálidos, el verano va quedando atrás. Yo me alegro porque lo odio, pero comprendo que es una de las cinco estaciones y debe suceder para que todo tenga sentido. ¿A quién quiero mentir? Lo digo por decir: si pudiésemos pasar directamente de la primavera al otoño sería feliz.
Soy infantil, lo sé. Soy mortal, lo sé. No me gustaría morir en verano, sudando; ojalá muera en invierno, al aire libre, y mi último suspiro deje una diminuta nube visible flotando en el espacio y desapareciendo frente a mi boca entreabierta. Morir dos veces.
domingo, 15 de septiembre de 2019
Quince de septiembre
Como tantas otras veces, me he despertado de la siesta pensando que era por la mañana y no por la tarde. Todavía queda un poco de domingo. He dado gracias a los pequeños dioses inventados.
sábado, 14 de septiembre de 2019
Catorce de septiembre
Para escribir durante unos minutos hacen falta muchas horas de no escribir. Soy un radar mental. Escudriño mi exterior y mi interior constantemente, soy así desde que era apenas un niño, no es algo que provenga siempre de mi voluntad. Veo unos patos en el escaso caudal del río. Ropa tendida. Alfombras tendidas. Veo la matrícula de un coche: 5000 y a continuación la marca de un conocido whisky español. Veo en el escaparate del gran bazar chino del otro extremo de mi edificio los objetos tan absurdos y enormemente feos que venden. Cosas hechas con cartuchos de bala. Budas de todos los tamaños.
También para hacer una fotografía que dura un segundo se necesitan muchas horas de no hacer ninguna. Es un poco lo mismo. Tal vez algún día fotografíe el escaparate del bazar chino, o tal vez no. Porque detrás de todo ese tiempo de no escribir nada y no hacer ninguna fotografía, detrás de todo ese tiempo de no crear absolutamente nada, está el momento del sí, ahora sí. Sea porque se está haciendo tarde y el día termina, sea porque sabes en tu fuero interno que así ha de ser.
Aunque lo que hoy quiero consignar en este cuaderno de bitácora es lo siguiente: para transformar la vida cotidiana en un instante pertinente, significativo de algún modo, hace falta mucho aburrimiento aparente. Y digo aparente porque todos sabemos que el aburrimiento real no existe. Hay demasiadas cosas, demasiados ruidos, demasiada realidad a nuestro alrededor para que podamos aburrirnos de verdad. Yo, como todo el mundo, escucho y contemplo. Los colores me ciegan, los sonidos fuertes me aturden. Me asomo a la ventana de la cocina. Todavía hay nubes de insectos rodeando hipnotizados la luz de la farola de la acera. El frío se acerca. Desaparecerán.
viernes, 13 de septiembre de 2019
Trece de septiembre
Ninguna felicidad, por
poco que dure, aunque
sea un leve soplo que
te despeina por sorpresa
durante unos segundos,
sobra.
jueves, 12 de septiembre de 2019
Doce de septiembre
Todo se desarrolla con un orden que constantemente vibra, desconfía, duda antes de seguir adelante. Las decisiones más básicas como, por ejemplo, poner un pie delante del otro para caminar, y las más difíciles también. Llevo toda mi vida conviviendo con esa sensación. Todo vibra y existe en su temblor esencial, como los átomos. De acuerdo, seguramente no sé ni de qué estoy hablando, pero aspiro a hacerme entender por gente tan tonta como yo (que ya es difícil que existan).
Nada está quieto, ni lo feliz ni lo desgraciado. La parálisis real no existe salvo en algunos peces de la Antártida, que permiten que su sangre se congele sin daños para su resurrección. No es mi caso. Yo nací muerto y, sin embargo, desde entonces, la vida no ha hecho sino existir y vibrar a mi alrededor y dentro de mí sin más objeto que sobrevivir un poco más.
miércoles, 11 de septiembre de 2019
Once de septiembre
A estas horas en algún sitio mis parientes más cercanos hacen sus nidos en la copa de los árboles y se disponen a dormir. El agua de los arroyos del bosque es ligeramente roja. Los senderos de los elefantes quedan desiertos. El leopardo sale de caza. Las lejanas nubes que esta noche ocultan las estrellas confirman que no existe nada más.
martes, 10 de septiembre de 2019
Diez de septiembre
Llovió muchísimo durante poco tiempo, hubo truenos, el cielo se oscureció y después, poco a poco, la lluvia se alejó a otro lugar. Me gusta la lluvia, y el olor de después. Volví a casa con mis sandalias intentando no mojarme los pies. Reventado otra vez. Me cuesta tragar las cosas. Mañana iré a mi médica a que me eche un vistazo. Espero que sea una laringitis y ya está.
lunes, 9 de septiembre de 2019
Nueve de septiembre
Hoy el día ha comenzado muy bien aunque he dormido poco porque anoche me quedé a ver el partido de Nadal en el Open de Nueva York, y eso que cuando me fui a la cama, cerca de las dos, todavía no había terminado, pero me tenía que levantar a las siete y media. Las vacaciones terminaron y vuelven los horarios y el orden, más o menos.
Hacia las once u once y media de la mañana sentí la aparición del amago de un momento complicado, pero pude salir adelante sin recurrir a nada, centrándome en las personas que tenía sentadas al otro lado de la mesa, aunque al llegar a casa estaba reventado.
El día acaba bien. Bendita siesta. Carlos trabaja de once de la noche a siete de la mañana en la bodega de Viñas del Vero mientras dure la vendimia. Se llevará para recenar arroz que ha sobrado de hoy. Cuando llega a casa su madre y yo nos estamos preparando para ir a trabajar y él se acuesta. Es raro. Una vida al revés.
domingo, 8 de septiembre de 2019
Ocho de septiembre
Hoy, felizmente, han finalizado las fiestas patronales de Barbastro. Las noches volverán a ser silenciosas y los petardos, en su sentido literal, desaparecerán del escenario sonoro. O eso espero. Esta mañana el caudal del canal junto al cual solemos ir a pasear los fines de semana había descendido mucho. Sé que es la Confederación Hidrográfica del Ebro la que decide esas cosas. Hemos comido algunas moras maduras. En el cielo no había una sola nube, todo era azul. Le he dicho a Maite que los primeros habitantes de Marte, si nacieron en nuestro planeta, echarían muchísimo de menos el azul puro y maravilloso del cielo terráqueo, por no hablar del verde de árboles, arbustos y campos agrícolas. Este cielo azul de tierra adentro, que no tiene nada que ver con el de la costa o el de Bergen, en Noruega, parece más alta, más inmenso, más maravilloso, y sé que si yo fuese uno de esos primeros astronautas sería lo primero que echaría en falta, por muy bonito que sea el cielo de color melocotón marciano. Luego echaría en falta las plantas, el zumbido de los insectos, el vuelo de los pájaros. Pero debemos explorar otros mundos y aprender a vivir en ellos. La nave se hunde lentamente, muy lentamente, pero tenemos que buscar nuevos horizontes, algo que, por otra parte, siempre hemos hecho como especie; algo que llevamos impreso en nuestro ADN. No sé muy bien cómo he comenzado alegrándome del fin de las fiestas patronales de Barbastro para terminar escribiendo sobre la exploración espacial, pero qué importa. Este es mi diario. Larga vida y prosperidad 🖖.