martes, 17 de mayo de 2022

Inmortal

Hoy Maite ha cumplido cincuenta y nueve años. Yo los cumpliré el próximo veintiocho de mayo. Nunca le hemos dado demasiada importancia a estas fechas, más allá de las felicitaciones y sentirnos queridos, que ya es muchísimo y precioso -creo que haber vivido bien es eso.

El verano se ha adelantado y las temperaturas han comenzado a subir y subir y subir en mayo, igual que en abril bajaron hasta nevar y helar y destrozar hectáreas de frutales. Todo está cambiando, muta, el clima camina hacia adelante con sus sandalias de granizo, inmune incluso a quienes pudieron hacerle cambiar el paso en algún momento. Los hormigueros sufrirán sus pasos.

Maite y yo, tranquilamente, sin aspavientos, nos sometemos al flujo del tiempo o, lo que es lo mismo: a nosotros mismos. Ahora hace mucho calor, la semana que viene tal vez bajen las temperaturas, el verano está a la vuelta de la esquina y será, como siempre en estas tierras, duro, pero nuestro cuerpo ya se habrá aclimatado. Y luego vendrá el precioso otoño y el tesoro del invierno y nuestro aliento convertido en humo al respirar caminando por la acera.

Nadie sabe si estaremos vivos por entonces, si nuestros hijos amados lo estarán, si el planeta mismo existirá. El conmovedor milagro de mi especie es vivir como si todo fuese inmortal, como si fuese inmortal este segundo, como si este punto fuese un punto y aparte.

martes, 26 de abril de 2022

Costumbre

El mes próximo cumpliré cincuenta y nueve años y sigo sin comprender absolutamente nada. Y sí, digo absolutamente y digo nada y digo bien, pues cuando parece que comprendo algo es exactamente eso: una apariencia. Sobrevivo lo mejor que sé, improvisando y cuidando de mi tribu, que se extiende miles de kilómetros a mi alrededor. Continúo explorando día a día y, en consecuencia, asombrándome. Aunque algo comienzo a saber: esa sorpresa sólo terminará cuando, mañana o dentro de treinta años, mi cerebro se apague. Es mi enfermedad y mi pasión desde los once o doce años. Ha pasado mucho tiempo. Seguramente esta estupefacción contenida y serena es la evolución de la curiosidad original. Conozco dónde terminará el suelo que piso, la luna que veo por la mañana, ya de día, cuando camino hacia el trabajo. Y sin embargo sitúo un pie delante del otro y siempre así, hacia adelante, el corazón latiendo detrás mis costillas, la brisa fresca acariciando mi rostro con la costumbre de la esperanza.

lunes, 18 de abril de 2022

Una oruga

Días de calor incipiente que me asustan, pero todavía lloverá e incluso nevará en los próximos días allí arriba, en las montañas. Vivo como sin querer y sigo adelante, movido básicamente por el amor y la curiosidad. O, lo que es lo mismo: soy un ser humano común que igual que escribo esto en mi dormitorio podría pensarlo en la jungla de Nueva Guinea mirando las brasas del fuego comunal junto a mi cabaña.

La primavera se abre paso en el tiempo como las orugas que comen la madera muerta de los árboles enfermos. A mí nunca me gustó y ahora, con la edad, la necesito. Soy una oruga que se alimenta de la visión de los árboles verdes, los campos de cebada resplandecientes, los lirios silvestres, el canto de los pájaros que buscan pareja, el cielo azul que generosamente nos oculta la oscuridad del espacio estelar.

Los años inclinan mi cuerpo hacia el núcleo de la tierra pero mi mirada sigue tan expectante e impresionable y maravillada como cuanto tenía trece años, exactamente igual. Me siento, más que humano, como un animal de madriguera. Salgo y entro, entro y salgo, husmeando. A veces a la luz de la luna.

domingo, 17 de abril de 2022

Demasiada luz

Hoy mi madre estaba tranquila, a veces dulce. Salimos por la mañana y fuimos hasta el final del Paseo de la Independencia de Zaragoza, que luego retrocedimos. Hacía calor, sobre todo para mí, que empujaba la silla de ruedas. Tomamos un vermú.

Por la tarde regresamos a su casa caminando a paso ligero. Tres kilómetros y medio por el camino más largo, pero bien: si mi mujer es feliz yo soy feliz. Fuimos a la Gran Vía con mis padres y llegamos hasta la plaza de San Franscisco para regresar al principio. Tomamos unas cañas con una bolsa de patatas fritas. La calle estaba llena de gente de todos los sexos, tamaños, aspectos, edades, yendo y viniendo. Mascotas, bicicletas por el carril bici, patines eléctricos, el cielo apagándose poco a poco.

De vuelta en la casa donde me crié dimos a mi madre la medicación y logramos ponerle el pijama a pesar de su resistencia inicial. Cenó bien. Maite y yo volvimos a nuestro apartamento caminando. Soplaba un cierzo fresco pero el ejercicio nos impedía sentir frío. Nos adelantó un camión de bomberos con las sirenas más agudas que yo hubiera escuchado nunca. Paso a paso dejábamos algo atrás y nos acercabámos al futuro. Levanté la mirada al cielo y no se veía una sola estrella. Zaragoza. Demasiada luz.

sábado, 9 de abril de 2022

Balada

La melancolía, como la tristeza, no lleva a ninguna parte, pero durante el viaje tiene el poder de producir cierto placer, un sometimiento emocional, un dejarse llevar, una entrega sensual. Es algo que saben bien las obras de ficción y también nuestra memoria. Es por eso que triunfan las baladas musicales y los poemas de amor no correspondido. Racionalmente no tiene mucho sentido pero, al mismo tiempo, analizándolo desde mi ignorancia infinita, ¿qué mejor modo que afrontar la insensatez de nuestra existencia, nuestras frustraciones y fracasos, que hallando cierto placer absurdo en el proceso? Nuestro cerebro sabe más que nosotros.

miércoles, 6 de abril de 2022

Nubes, olas, ríos

Los días fluyen mansamente, como el agua del río frente a mi apartamento. Los días fluyen mansamente a través de nuestras figuras y vidas invisibles. Y las nubes, a miles de metros de altura sobre este lugar en el mundo. Y los recuerdos. Nada quedará al final de todo. Pienso en una playa y en el sonido de las olas que llegan y se retiran dando paso a las que vienen detrás. Nubes. Olas. Ríos. Siento cierta nostalgia infantil de la edad en la que desconocía lo que ahora sé y, al mismo tiempo, agradezco la fortuna de haber llegado hasta aquí, a esta preciosa y anónima noche.

lunes, 4 de abril de 2022

Sin culpa

Son las once y cuarto de la noche y me siento normal. Disfruto de esta sensación, de la que me he dado cuenta antes de empezar de escribir: de hecho ha sido el motivo de comenzar a escribir, y es una sensación maravillosa. La noche gira lentamente hacia el día sobre esta pequeña ciudad, los perros de la vecina del piso debajo del nuestro dejaron de ladrar. Todo está bien. No soy un forastero ni nada semejante: pertenezco a esta realidad que no siempre comprendo del todo. Mis amores duermen. Los que sé que lo hacen y los que imagino que lo hacen. Yo me acostaré pronto, cuando haya terminado de escribir esta página de mi diario. Son las once y veinte de la noche y me siento bien, sin culpa, tranquilo. Ya casi había olvidado este milagro.

Del mundo

Que el mundo esté al revés no me sorprende porque yo siempre me he sentido al revés del mundo. Nieva en plena primavera en media España, una guerra europea resucita atrocidades que algunos habían olvidado. Pero debo acostarme porque mañana volveré a prostituir mi inteligencia y mi memoria legislativa, y mis emociones también. Mis emociones. Mis sentimientos. Inevitablemente.

sábado, 2 de abril de 2022

Abril

El viento nos trae el frío helado de las montañas nevadas en abril. Todos lo comentamos ignorando absolutamente el futuro.

lunes, 28 de marzo de 2022

Que brilla

A pesar del cambio de hora del último fin de semana la noche cubre el campo. Los jabalíes y garduñas y zorros cuyas huellas quedarán registradas en los charcos secos de los caminos, salen de sus madrigueras mientras en el cielo oscuro navegan las nubes que cubren la luz de la luna. Un poco más lejos, en la lejana y pequeña ciudad que brilla, en uno de sus edificios, un ser humano escribe estas palabras como si supiera algo.