Aprovecho el domingo, que corre a la velocidad de un caracol, para cocinar solomillo de ternera estofado (cebolla, ajos, zanahorias, dos hojas de laurel, coñac, vino blanco), tortilla de patatas (nueve huevos grandes, una cebolla, patatas), seis pimientos rojos asados al horno, pollo con arroz (cebolla, arroz, tomate, pimiento verde, pimiento rojo, pollo macerado con ajo, pimentón, hierbas de provenza, limón, sal, pimienta), comida para esta noche y para mañana (comida para mi familia).
A las siete y cuarto llevo a C. al cumpleaños de un amigo suyo. Es en estas tardes de domingo, caminando por unas calles casi desiertas, cuando me doy cuenta de que vivimos en un pueblo. Hace frío, el aire huele a leña y de repente, con absoluta claridad, despierta en mi memoria el recuerdo de mí mismo caminando junto a mi hermano rumbo a la lechería, en invierno, muy pequeños los dos.
Al regresar entro en la tienda de la esquina que abre todos los días para comprar una bolsa de hielo, y cuando llego a casa me sirvo un whisky, subo a la buhardilla, me siento delante del ordenador, escribo esto.
domingo, 25 de noviembre de 2007
Tardes de domingo
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4 comentarios:
Por suerte para mí :)
Un abrazo.
Gracias, Portorosa, eres muy amable. Buenos y gélidos días (hoy los tejados están blancos de escarcha helada). Un abrazo.
Los olores del recuerdo...hacen más soportable las tardes del domingo. Si huele tan bien lo que cocinas como lo que escribes....qué gusto dará comerlo. Buen provecho a toda tu familia. :-)
Ah, pero es que comer es un placer maravilloso, casi casi tanto como cocinar. Un saludo, Ana :-)
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