Hablamos del futuro, decimos: «Cuando nos jubilemos nos alejaremos del desierto, nos alejaremos de estos veranos que duran seis meses».
Hablamos del futuro y nos imaginamos paseando de la mano a lo largo de playas azotadas por el viento del norte, protegidos por pesadas parkas amarillas.
La arena es oscura, igual que los bosques que se recortan contra el cielo gris. Dices o digo: «Se está haciendo tarde, volvamos a casa», y lo hacemos.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Y lo hacemos
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8 comentarios:
No anda lejos este texto de la poesía, de la buena poesía.
Tal como lo has escrito, me ha permitido presenciarlo. Eso es el meollo de lo auténtico.
Con el anterior y ahora este, me han dado ganas de mandarte un abrazo.
Qué hermoso saber que habrá una mano a la que abrazarse y que nos abrace.
Un abrazo, NáN.
Ah, Filla do mar, pero eso nunca se sabe a ciencia cierta. El futuro siempre es una incógnita. Nosotros sólo podemos hablar de deseos.
Cierto, Jesús, cierto. Dímelo a mí... ;-)
Pero es fantástico cuando ese deseo está ahí, y además se comparte.
Para mí desear un futuro es comenzar a disfrutarlo.
cuidado en dejar demasiado cosas para el futuro y olvidar el goce del presente. A veces la vida nos aleja del futuro.
Ciertamente desear un futuro es comenzar a disfrutarlo, pero no olvidemos vivir el prensente.
Por supuesto, Enric, una cosa no quita la otra. El presente es el único territorio verdadero que podemos explorar.
Pues dijo Don Francisco:
Fue sueño ayer, mañana será tierra.
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento.
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Bolo
:-)
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