miércoles, 2 de marzo de 2011

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En enero de mil novecientos noventa y dos, durante una tormenta en el océano Pacífico, un carguero proveniente de Hong Kong perdió un contenedor lleno de patitos de goma que se abrió liberando su carga. Durante años aquellos juguetes de plástico, construidos para flotar en bañeras infantiles, surcaron los océanos y mares de medio mundo para aparecer finalmente, de vez en cuando, en las playas más remotas. Probablemente en este mismo instante, mientras escribo estas palabras, alguno de esos patitos continúa flotando entre inmensas olas bajo el cielo estrellado, desierto, silencioso.

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