Nieva en toda España menos aquí. Nieva en las altas montañas y también en las playas de Levante, al nivel del mar. Yo miro de vez en cuando a través de los visillos como un viejo loco solitario pero no, la luz de la farola no refleja nada, se limita a iluminar el río y los edificios del otro lado.
Quiero que nieve en Barbastro, oh, señora. Que la blancura de su manto limpie nuestros pecados, oh, señora mía. Oír aquel sutil crujido bajo los pasos de mis botas. ¿Por qué nieva donde nunca lo hizo y no aquí, en las faldas de unos Pirineos que ahora mismo no saben qué hacer con tanta nieve?
Sé, mi señora, que mis oraciones no servirán de nada porque, básicamente, no creo en ti, hija de la Diosa, una y trina, pero tampoco pierdo nada con intentarlo.
Aprovecho, por si acaso existieras, para decirte que no soy bueno. Y aprovecho también para decirte que, dejando a un lado mi afición al whisky y el bourbon, el sexo ocupa gran parte de mi pensamiento, aunque, ahora que caigo, no obligo a nadie a hacer nada que no quiera hacer, así que tal vez, incluyendo mi autosatisfacción, no cometo ningún pecado. Olvida todo lo que te he dicho.
Nieva en toda España menos aquí. Lánguidamente cae la nieve junto al mar pero no aquí, y lánguidamente cae lejos de mí, en un mundo nocturno y frío que conozco limitadamente. Poco a poco todos nos convertiremos en sombras, pero, joder, quiero que nieve en Barbastro: uno, dos días, lo justo para escuchar el crujido de la nieve durante un paseo por el campo. Vivir el mundo como si fuese nuevo, la primera vez.
jueves, 19 de enero de 2017
Oración de la nieve
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2 comentarios:
jejeje, aquí tampoco nieva! ...por lo que humildemente sé de la diosa, le gusta que la gente beba y sobre todo que tenga sexo, así que quizá te escuche ;-)
¿No es una mierda que nieve en todas partes menos en tu casa o en la mía? Me da una rabia... Yo sé que sabes mucho de la diosa, y si le gusta que la gente beba y folle, no sabes cómo me alegra. Pero anoche no me escuchó. Esta mañana había seis grados bajo cero y nada más. Y ojo, yo feliz, que el frío es lo mío y debajo del abrigo llevaba una camisa de manga corta (no es broma: los chicarrones del norte somos así). Pero ni un atisbo de nieve. Con lo bonita que es aunque sea un día nada más.
Oye, Eponelep, no sabes cuánto me gusta verte por aquí. Petó fort.
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