Como predijeron las mujeres del tiempo, llegó la lluvia. Antes, hace cinco o seis años, la adoraba con locura (con excesiva locura en realidad, ahora que lo pienso, lo cual explica algunas cosas); ahora me afecta de tal modo que lo único que quiero es dormir, desaparecer, hibernar hasta la próxima glaciación y en su momento despertar y descubrir que la energía se extrae del sol y han desaparecido todas las religiones. Cosas así.
Pensaba recorrer esta noche los treinta kilómetros que separan Barbastro de Binéfar para ir a ensayar con mi coro, pero no tengo ganas. No me encuentro en condiciones. Si no fuera porque ha venido mi hijo desde Huesca, donde está estudiando, y su cuerpo necesitase la energía de un millón de agujeros negros, energía que yo soy capaz de cocinar para él, ahora mismo me iría a la cama a cerrar los ojos y escuchar mi acúfeno hasta que el cansancio pudiera más que él.
M. me pregunta: ¿no eres feliz? Yo le contesto sinceramente: soy feliz contigo. Algo que es verdad. Pero ella, mi amor en este mundo, no es el mundo.
viernes, 27 de enero de 2017
Ella no es el mundo
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1 comentario:
No es poco, pero en mi situación "sanitaria" no es suficiente. Por eso me medico cada día. Lo que no impide saberme uno de los hombres más afortunados del mundo entero.
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