Por la tarde vi una película en la televisión y lloré. Ya la había visto hace algunos años: Los descendientes. Me pasa mucho últimamente. Lloro por cualquier cosa (aunque esto no es aplicable a la película, que no es de ningún modo cualquier cosa sino una verdadera obra maestra del arte cinematográfico).
Por precisar: cuando hablo de cualquier cosa me refiero a anuncios de publicidad, por ejemplo. Es, por decirlo de algún modo, como si mi cuerpo entero fuese una de esas trampas dispuestas a saltar al sentir la mínima presión, atrapándome a mí mismo. Vivo en un estado de alerta permanente, y eso incluye también la sensibilidad emocional. Y es algo que padezco tomando cada mañana un antidepresivo y los ansiolíticos que millones de personas consumen para dormir. Para dormir. Lo que yo consumo para trabajar o sencillamente poder vivir tranquilamente es lo que millones de personas toman para dormir. Eso da una idea de lo que me sucede.
Aunque lo peor es llorar por casi todo, que el vello se erice por una emoción inesperada, que todo lo que soy se convierta, tan ferozmente, en otra reacción química de mi imaginación.
domingo, 5 de febrero de 2017
Como si mi cuerpo fuese una trampa
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2 comentarios:
Si necesitas charlar con una amiga, aquí estoy, Jesús. La hipersensibilidad tiene cosas muy buenas, pero es difícil aprender a llevarla. Al menos a mí me ha costado mis años (y no he aprendido del todo). Lo hacemos lo mejor que sabemos, ¿no?
Un abrazo!
Sé que puedo contar contigo, Elvira. Un beso.
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