Otro domingo que no volverá a existir, como el último latido de mi corazón o el del tuyo: es así. Se hizo de noche a las seis de la tarde pero no llueve. ¿Hace frío? Bueno, eso es algo relativo: Maite viste como la última patagona del sur del Cabo de Hornos, envuelta en capas de ropa completadas por una especie de manta, y a mí me basta con una camiseta y una chaqueta vieja llena de pelotillas de lana vieja, mi putrefacta chaqueta favorita.
No dejo, como los faros marinos o el malévolo ojo de Sauron, de otear todo el horizonte a mi alrededor. Algunas cosas me gustan y otras no, pero no soy una persona violenta, no aprendí a serlo en su momento y ahora ya no sé si sabría (pero he visto miles de películas violentas, igual sí que sabría).
Paseando esta mañana por el campo me he dado cuenta de cómo la naturaleza, a pesar de tanto desconcierto, comienza a entrar en reposo. Los insectos empiezan a desaparecer y las hojas rojas de los viñedos caen al suelo mientras los racimos de uva que sobrevivieron a la vendimia se convierten en algo así como centenares de diminutos Nosferatu apretados unos junto a otros.
En las cimas más altas ya hay nieve, podemos ver su fulgor mientras regresamos a Barbastro después de nuestro paseo. Es una esperanza en este momento histórico de apocalipsis zombi. Nevó.
Vale, de acuerdo, nevó a una altitud a la que sólo pueden acceder con normalidad ciertos animales de pezuñas especializadas, pero nevó y podemos verlo desde la carretera comarcal. Algo es algo.
domingo, 19 de noviembre de 2017
Algo es algo
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7 comentarios:
Es una buena alternativa recurrir a la naturaleza, que siempre da regalos y sorpresas. Ay esas chaquetas de con bolitas...
La naturaleza es un refugio para los cerebros deficitarios como el mío. Y las viejas chaquetas de lana con pelotillas para andar por casa también. Este blog también es claramente un refugio, tan viejo como la chaqueta y, sí, es posible: parte de mi naturaleza.
cómo me he sonreído con los Nosferatu...
la nieve, la lluvia, parecen una metáfora en estos momentos tan extraños que vivimos, ¿verdad? Una especie de rayo de esperanza, algo que esta ahí y que en algún momento llegará pero que siempre parece estar demasiado lejos o ser muy pequeño... pero ahí esta...
No, no te has sonreído, te has reído, Eponolep. ¡Pero es que lo parecían: granos viejos y arrugados, casi pasas, pero todavía vivos, supervivientes de la vendimia, dispuestos a despertar en cualquier momento!
Un beso.
Bueno, igual sí te has sonreído (no era para tanto).
La nieve siempre es lejana, al final del paisaje, muy arriba, a altitudes ajenas a nuestra vida diaria.
La lluvia no existe por ahora: no recuerdo cuándo llovió en serio por última vez, durante varios días, sin cesar. Vivimos una realidad extraña, como bien dices. Tal vez una nueva realidad que ha llegado para existir durante años, siglos o milenios.
Yo siempre tengo esperanza, forma parte de mi naturaleza, aunque a veces, no lo sé, tal vez no lo parezca. Pero no puedo evitarla: soy un ser humano: la esperanza forma parte de mí.
Por fortuna o por desgracia también forma parte de nosotros la inteligencia. Esperanza e inteligencia, en estos tiempos terribles, es una combinación difícil de transformarse en argumentos sólidos como el hielo que rápidamente se está derritiendo en el Ártico y en la Antártida.
Floto boca arriba sobre el agua haciéndome el muerto, piernas y brazos abiertos, y miro pasar las nubes en mi sueño.
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