El domingo desperté, me levanté de la cama, desayuné, tomé mi medicación, hice otras cosas de cuyos detalles no es necesario hacer mención, y de golpe, a eso de las once de la mañana, estando bien, apareció el monstruo.
Como suele suceder su fuerza me pilló por sorpresa, sin aviso. Aunque desde hacía días el cambio de estación, el cambio de luz, el cambio horario, etcétera, ya había influido sin remedio en mi química cerebral, ayer sucedió el ataque en toda regla. Volví a sentir, con absoluta certeza, que me moría; y volví a sentir vergüenza de mi temor a morir así, sin gloria alguna (que es como, puedo asegurarlo al cien por cien, moriré).
Me puse una pastilla de Lorazepam debajo de la lengua y esperé sin decir nada a nadie, intentado pasar desapercibido. Pero Maite pasó a mi lado y notó que no estaba bien. Me dijo que se dio cuenta al ver mi cara primero de perro abandonado y segundo de albóndiga. Cara de albóndiga, de albóndiga de perro.
Aunque ya eran las dos de la tarde nos fuimos a dar un paseo por campos de olivos y viñedos de hojas rojas y diminutos racimos de uva que habían sobrevivido a la vendimia. Los probé. Eran de grano pequeño, hollejo fuerte y mucha pepita, pero sabían bien, aunque luego hubiera que escupirlo todo.
El paseo me vino muy bien. Nada mejor que cambiar el foco de tu tinnitus y tus taquicardias hacia los campos y las lejanas montañas, algunas con sus cimas ya nevadas.
Estos ataques, como cualquiera que los haya sufrido sabe, dejan un eco, secuelas que duran algunos días. Siempre queda la inseguridad, esta vulnerabilidad aterradora. Hoy lunes todavía sentía todo eso, aunque lo he aguantado sin necesidad de recurrir a ningún rescate.
Estoy muy cansado, muy harto, muy, muy harto, pero empiezo a pensar que deberé convivir con esto toda mi vida. Nunca me curaré. No es una enfermedad. El monstruo soy yo.
lunes, 13 de noviembre de 2017
El monstruo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
16 comentarios:
Jesús, tus palabras me han tocado profundamente. Cargadas de valentía y coraje reflejan grandeza humana.
Un fuerte abrazo
Un abrazo fuerte, Fernando.
Oh, Jesús... abrazo de oso
Nada como un abrazo de oso para comenzar el día. Gracias, querida, i bon dia.
Aferrarse a la vida, sea como sea.
Un abrazo, Jesús.
Inseguridad y vulnerabilidad, es curioso, son las dos palabras que uso una amiga para hablar de ese tema... los que tenemos la suerte de no conocerlo no sabemos lo que es eso, es cierto, así que sólo podemos mandar ánimos...
La vida se aferra a nosotros, CLD. Eso es lo que he aprendido. Ella, su supervivencia, se ceba en nosotros.
Un abrazo, José Luis, y gracias.
Sí, Beausant, tu amiga sabía de lo que hablaba. Vulnerabilidad, durante los días posteriores al ataque miedo cerval a recaer (lo que retroalimenta la posibilidad de que suceda). Sé que es química cerebral (en mi caso un déficit seguramente de origen genético), pero no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Sé también, después de cuatro años, que es una montaña rusa. Ahora espero con impaciencia la vaguada, el valle tranquilo, la estación asentada, un invierno largo y que dure mucho. Gracias por los ánimos.
tú no eres el monstruo, Jesús.
anoche me despertó ese mismo monstruo de un sueño tranquilo y pastilla al canto. hoy ando desasosegada.
es de por vida, sí, más nos vale aprender a sobrellevarlo y olvidar cómo éramos antes de su irrupción.
química, eso es, un desajuste químico. y la pena de vivir ya tantos años. la pena de las ausencias, la pena de lo que no será.
un abrazo grande, grande :-)
Gracias, Arpo, gracias y ánimo también para ti. Otra abrazo grande, grande.
Caray, qué incomprensible suena todo desde fuera, Jesús.
Mucho ánimo y un abrazo muy grande.
Gracias, Porto. Ojalá siga siendo incomprensible para ti toda tu vida, porque eso significará que no lo has padecido, y te aprecio mucho. Otro abrazo grande para ti, para M. y para todos.
Vaya, lo siento muchísimo, querido Jesús. No, no sé lo que es, pero sí sé de otras vulnerabilidades e inseguridades, por motivos de salud.
Te deseo un valle tranquilo muy largo, larguísimo!!
Un abrazo, amigo!
PD: en medio de este post tan sentido me has hecho reír, con lo de cara de albóndiga!
¡Cara de albóndiga de perro! Ella me conoce muy bien (desde los diecinueve años). Hoy he tenido que recurrir también al rescate químico, a eso de las doce de la mañana, mientras tramitaba una pensión de viudedad, y ella, varias horas más tarde, ya en casa, me lo ha notado sin que yo le hubiera dicho nada. Me lo nota en la mirada, en mi cabeza de albóndiga de perro triste, en mi agotamiento (las crisis te revienta como si hubieses corrido tres maratones mentales).
Bona nit, amiga. Todo pasa y nada queda, salvo el cariño que sentimos una vez. Tú me lo has dado muchas veces. Bona nit.
Publicar un comentario