Echo de menos la suavidad. La fluidez natural de las cosas que no dependen de nuestros pensamientos. Echo de menos la aceptación de lo sensato, de lo obvio, de lo que es justo por su propio peso, sin discusión alguna en cualquier lugar del mundo. Echo de menos la inteligencia sin aspavientos, aquella que nace donde nacen los sentimientos más básicos: el odio, el amor, la ternura, el miedo, el atrevimiento, la atracción incontenible. Sí, echo de menos la suavidad, echo de menos la inteligencia, echo de menos la fraternidad y la ternura.
sábado, 18 de noviembre de 2017
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