jueves, 19 de octubre de 2017

Emboscadas

Me gustan las fotos antiguas. Todas esas personas que murieron hace mucho tiempo vivas y lozanas frente a la cámara con su ropa de época, sus sombreros y su pequeña estatura.

De acuerdo: sé lo que de triste tienen las fotografías, esas imágenes estáticas de seres humanos que no paraban quietos un momento, la falsa realidad de lo que fueron.

Aunque en el fondo de mi pensamiento siento que existe cierta verdad en aquellas. No somos solamente movimiento sino también quietud, inmovilidad, el retrato de una emboscada.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Mundos

Maite me dice que en la televisión han anunciado que mañana lloverá. Yo digo: ¡Ojalá sea verdad!

Estos días históricos duran lo mismo que lo otros y nos acostamos más bien tarde y madrugamos para ir a trabajar, y así, con esta caligrafía, se escribe lo aburrido y lo extraordinario.

Decidí dejar de sufrir pero no surtió efecto ni durante treinta minutos. Esto, junto a algunos detalles más, es algo que odio profundamente de mí. No ser capaz de desconectar de los asuntos que me preocupan. Puedo articular con cierto oficio la descripción del diminuto tamaño que tanto nuestros pensamientos como el volumen de la Tierra ocupan en el cosmos inabarcable, y sé que ésta es una verdad científica, incontrovertible. Pero la ley de la gravedad no me deja escapar a ninguna parte, me atrae inexorablemente hacia el núcleo magnético de mi planeta y así atrapa el peso de mi cuerpo y también el de mis pensamientos, mis preocupaciones, mis desvelos, impidiendo que se desvanezcan en el espacio exterior.

Sólo descanso cuando duermo y al cerrar los ojos despierto en otro lugar.

domingo, 15 de octubre de 2017

La soledad es un lugar mucho mejor que la indiferencia

Siempre he creído en la generosidad. Últimamente, sobre todo, en la generosidad de ida y vuelta. Ya no tengo edad para dar sin recibir nada a cambio como cuando era un adolescente y tenía toda la vida por delante y pensaba, absolutamente idiota, que tarde o temprano recibiría una respuesta equitativa. He aprendido mucho desde entonces.

No sé si servirá de algo escribir esto, pero voy a hacerlo: no seáis generosos con quienes no lo sean con vosotros; no admiréis a quien no os admire; no queráis a quien no os quiera. Todo ese estéril esfuerzo no merece la pena. El camino es largo, el mundo es grande y está abierto a millones de posibilidades. La soledad es un lugar mucho mejor que la indiferencia.

sábado, 14 de octubre de 2017

Un bramido lejano

Resulta difícil creer que, estando tan lejos de la fiesta, a varios barrios de distancia, su eco alcance con tanta fuerza nuestra terraza abierta. Es un sonido en el que se mezclan varios conciertos a la vez, algo parecido a un bramido con esporádicos aumentos de intensidad mezclados a veces con sirenas de ambulancias. El resultado es primitivo, temible, algo parecido al presagio sonoro de nuestro último final, pero sólo son los estertores de las Fiestas de la Virgen del Pilar en Zaragoza.

Madrugada del sábado catorce de octubre de dos mil diecisiete.

Página número mil doscientos de esta bitácora interestelar.

jueves, 12 de octubre de 2017

domingo, 8 de octubre de 2017

Tal vez Marte después

De regreso al coche tras el paseo por el campo estuve a punto de pisar sin querer una mantis religiosa. Descubrirla fue pura intuición por mi parte porque era exactamente del color amarillo pajizo de la vegetación que nos rodeaba y estaba absolutamente quieta en medio de nuestro camino. Sobre la marcha adelanté unos centímetros mi pisada en el aire y ella quedó atrás, diminuta y a salvo pero con sus poderosas zarpas delanteras en posición de ataque.

Hacía calor y me había quitado la camiseta. No había una sola nube en el cielo inmenso y azul que Paula tanto echa de menos en Bergen. Pensé, como otras veces, en la absoluta soledad de los seres humanos que iniciarán la colonización de otros planetas: primero la Luna, tal vez Marte después. Ningún canto de pájaros, ningún insecto, ningún susurro de ramas mecidas por la brisa.

lunes, 2 de octubre de 2017

Dolça Catalunya

1.

Ayer fue un día terrible y angustioso para mí. A medida que iba viendo las imágenes de las cargas de la policía y la Guardia Vicil en Cataluña arrastrando por el suelo a personas que podrían ser mis padres, empujando escaleras abajo a chicas que podrían ser mi hija, aporreando a diestro y siniestro ciegamente, arrastrando del pelo a una joven, arrastrando de la oreja a un hombre mayor que yo... A medida que todo eso sucedía la decepción y tristeza previas por todo lo que había llevado a esa situación se convertía en rabia humana, universal, una reacción instintiva ante tanta agresividad sin medida. Confieso que viendo algunas imágenes lloré de indignación.

Soy empleado público, un funcionario como ellos, y me pregunté qué pensarían todos esos policías al regresar a los barcos y hoteles y quitarse las armaduras, guardar las porras y fusiles de pelotas de goma. Qué pensarían de lo que habían hecho cumpliendo órdenes, sí, pero con semejante fervor. ¿Arrastrarían a sus hijas del pelo para lanzarlas a la calle como un saco de patatas mientras ellas levantaban las manos en señal de no violencia? ¿Qué cortocuito cerebral o sustancia consumida antes de trabajar puede llevar a que ayer actuaran como lo hicieron? Es que no puedo comprenderlo.

2.

Hoy ha sido un día triste, deprimido, desolado. Y si lo ha sido para mí, que soy español y vivo en Barbastro, imagino el estrés postraumático que los vergonzosos sucesos de ayer habrán causado en las personas que fueron víctimas de la violencia física. Porque nadie estamos acostumbrados a ella. A mí, a mis cincuenta y cuatros años, nunca me ha pegado nadie. Puedo ponerme en la piel de las víctimas de ayer y sé que les ocasionará secuelas psicológicas que durarán mucho tiempo, sobre todo a la gente más mayor, a los ancianos, a los menores de edad y también a los jóvenes empujados escaleras abajo sin contemplaciones (qué milagro que nadie haya muerto viendo las escalofriantes imágenes grabadas por los móviles de quienes estaban allí).

3.

Dicho esto, sentido en el corazón todo esto, mi cerebro no deja por ello de funcionar, y creo que el resultado de esta movilización-referéndum sin garantía alguna de imparcialidad, donde el resultado ha sido un noventa por ciento de síes a la independencia, resultado propio más de Corea del Norte que de países realmente democráticos, no legitima ninguna declaración unilateral de independencia. No ha votado ni la mitad de la población de Cataluña, y quien lo ha hecho, aún sabiendo que se trataba de un acto suspendido por el Tribunal Constitucional y, como hemos visto, jugándose literalmente el tipo, tenía el voto decidido. La otra mitad o más de la mitad de Cataluña se ha quedado en casa, una mitad que votaría en un referéndum con garantías democráticas y, sobre todo, que les incluyera en la convocatoria (y sí, yo también he visto el vídeo de ese chico de Lleida yendo a votar envuelto en una bandera de España con el toro de Osborne, pero representaba a la casi ridícula minoría que los resultados reflejan).

4.

En Cataluña, más tarde o más temprano, se tendrá que votar. Si yo fuese Puigdemot adelantaría las elecciones autonómicas mañana mismo. Ayer el espectro independentista creció exponencialmente respecto a los porrazos y hostias que dieron la policía y la Guardia Civil. Proclamar ahora la independencia unilateral cumpliendo una ley de pacotilla, que se saltó las propias normas del Parlament, es un error de cálculo que todavía me cuesta creer que pueda cometer. Pero hemos entrado en una dinámica en la que ya la reflexión y la razón han perdido el respeto que tuvieron antaño antes de tomar una decisión tan importante como la de una ruptura con un país que ayudaste a crear y con el que has convivido en los últimos siglos. Insisto: más tarde o más temprano los catalanes tendrán que poder votar sin violencia; todos, los que ayer salieron a la calle y los que se quedaron en casa mirando a través de los visillos, asustados por la policía y también, algo de lo que se ha hablado poco, asustados por el entusiasmo pastoril de los que no piensan como ellos.

5.

A mí al final, me ponga como ponga, me importan las personas que quiero. Algunas de ellas son catalanas y las quiero mucho, muchísimo. Mi cabeza se vuelve loca entre la tentación de darles la razón en todo y agarrarlas de los hombros para zarandearlas intentando que comprendan mis razones: ¡Tenéis que negociar un referéndum de verdad!

Ayer temí que esas personas resultaran heridas por la intervención de la policía, algo que afortunadamente no sucedió. Pero quedan las imágenes de las que sí fueron violentadas, y pasará mucho tiempo hasta que poco a poco se difuminen de mi memoria.

jueves, 28 de septiembre de 2017

El frío que me hará feliz

Terminó la vendimia y el maíz está casi en sazón. Se fueron los aviones comunes, los vencejos y los abejarucos que nos acompañaban en nuestros paseos junto al canal. El fruto de los castaños de indias que rodean mi lugar de trabajo cubre en abundancia el suelo, asomando en su entreabierto envoltorio de espinas. Algunas personas recogen las castañas con esperanza. Los primeros años les avisaba de que eran amargas pero después dejé de hacerlo, acabé aceptando que ya lo averiguarían por sí mismos.

En cierta ocasión una señora mayor me dijo que llevar una castaña amarga en el bolsillo del pantalón junto al dinero, y esto era un detalle importante: que estuviese en contacto con monedas y billetes, favorecía la riqueza. Jamás puse a prueba tan peregrina superstición. Y es que casi nunca, por no decir nunca, llevo dinero encima a menos que sea estrictamente necesario o haya sido previsto de antemano.

Espero con fervor el otoño. El otoño de verdad, no este verano que comenzó en junio y a este paso terminará en diciembre. Tengo miedo aunque no lo demostraré. ¿Cuándo llegará el frío que me hará feliz?

sábado, 23 de septiembre de 2017

Vida

Vivo con mi pareja en este apartamento frente al río Vero, en Barbastro. Binéfar es ahora apenas un recuerdo precioso, la infancia de mis hijos, los años del coro, amigas y amigos que poco a poco se desvanecen en mi memoria diaria. Porque poco a poco todo se desvanece silenciosa, irremediablemente.

martes, 19 de septiembre de 2017

O de hojas

Me voy a la cama a morir durante seis o siete horas. Estoy muy cansado y además este acto es necesario para que alguien despierte en otro lugar del universo, algo tal vez poseedor de ocho o doce o mil miembros inferiores, alguien hecho tal vez de gas o de hojas o de escamas duras como el diamante. En cuanto yo me duerma ello despertará con el vago recuerdo de un sueño extraño, olvidado enseguida, y emprenderá la experiencia cotidiana de una vida que sucederá exactamente durante el tiempo en el que la mía reposa.