jueves, 7 de julio de 2022

Vencejos

Los vencejos volando en el cielo a muchos metros de altura parecen insectos bajo las nubes negras de tormenta. No hay aves que vuelen como ellas y sus alas en forma de guadaña, cambiando de dirección a cada momento, más veloces que mi pensamiento que las mira.

Días de tormentas de verano pasajeras, escandalosas, buscando llamar la atención y nada más -es un decir: las tormentas no piensan, sólo existen ajenas a nuestra existencia.

En mi corazón los sentimientos permanecen durante días, durante meses. No lo puedo evitar. Al marido de una amiga mía muy íntima le han diagnosticado una enfermedad incurable que avanza a toda velocidad, y lloramos abrazados ella y yo, y después lloro en silencio al otro lado de mi mesa de trabajo, bajo una sonrisa profesional. Otra amiga, víctima del porcentaje de personas que desarrollan patologías poco conocidas tras haber sufrido el COVID, está desesperada, sin poder recuperar su vida previa, otra amiga a la que quiero muchísimo.

Siento que la muerte y la enfermedad me rodean y acepto cualquier accidente que pueda sucederme mientras contemplo a los vencejos volar frente a nuestro apartamento junto al río. Vuelan a toda velocidad, quebrando su rumbo en una milésima de segundo, girando en el cielo bajo las nubes oscuras que luego descargarán fugazmente su tímida y adolescente tormenta de verano. Acepto lo que venga no por valor, el valor es absurdo fuera de la guerra; acepto lo que venga porque, es algo que he aprendido, no habrá otro remedio, no lo hay. Y no pasa nada. Cuando esta ciudad sea un cúmulo de ruinas los vencejos seguirán volando como insectos en el cielo, haciendo increíbles cabriolas bajo las nubes, volando como sólo ellos saben hacerlo, ajenos a la lejana memoria de nosotros.

martes, 28 de junio de 2022

Algo así como una mentira

Una serie de acontecimientos a mi alrededor en las últimas semanas y meses me han hecho darme cuenta de la fugacidad de nuestras certezas: todo puede cambiar en unos días, en unas horas, en unos minutos. Y debemos aceptarlo como aceptamos las tormentas y la lluvia. Más allá de esa aceptación por otra parte inevitable no hay mucho más que aprender. La fuerza del amor, siempre, y la inutilidad de las cosas futiles, las posesiones, las ambiciones mundanas.

Esta mañana, a eso de las siete, cuando amanecía, una tormenta ha roto sobre Barbastro y ha empezado a llover. Ha llovido durante toda la mañana hasta la tarde. El olor de las calles y los jardines y el río no puedo definirlo salvo con una palabra: felicidad. Al mismo tiempo hay personas cercanas a mí que sufren y día a día se aproximan al mar que es el morir, mientras llueve y yo inhalo el aroma de la lluvia tras semanas de temperaturas extremas. La vida es algo muy extraño, algo así como una mentira, un sueño -lo sé: se dijo y escribió muchas veces.

Voy a acostarme. Ya son más de las doce y mañana trabajo. Cerraré los ojos y moriré sin morir de verdad. O tal vez sí.

jueves, 23 de junio de 2022

La brisa de la noche

La brisa de la noche entra en mi apartamento a través de todas las ventanas abiertas e intenta, sin ser consciente de ello, insuflarme cierta esperanza en el futuro. Me gustan las metáforas desde que, a los doce años, comprendí lo que eran, el mágico artefacto. Es bonito tener recursos para expresar lo que no podríamos expresar de otra manera. La brisa de la noche me convierte en un ser humano posible, sonriente y bueno.

sábado, 18 de junio de 2022

Un hidroavión canadiense

Son las doce y cuarto de la madrugada. Las hélices del ventilador giran como los restos de un hidroavión canadiense estrellado en los bosques del ártico. Por un momento pienso en ese edén congelado. Ahora mismo hay veintiocho grados en esta habitación. Me tiendo desnudo sobre la sábana con el ventilador girando sin cesar. Sólo quiero soñar con lo que imagino que me haría feliz, nada más.

sábado, 11 de junio de 2022

Si es por amor

No quiero ir a Zaragoza mañana. No quiero que mi madre padezca de Alzheimer y mi padre esté cada día más agotado, más consumido. No quiero demorar más acostarme y dormir a pesar de estar a veintidos grados de temperatura. No quiero sufrir, no quiero sentir dolor. No quiero saber.

Mañana iremos a Zaragoza y saldremos con mi madre y mi padre a tomar un vermú. Por la tarde volveré a su casa a eso de las siete. Y el domingo otra vez por la mañana. Mis dos hermanos que viven en Zaragoza se ocupan cada día. Quienes vivimos fuera, mi hermana pequeña y yo, nos turnamos. Todo está bien salvo la dureza de lo que nos ha tocado como familia, lo que les ha tocado a miles, seguramente millones de familias en el mundo. No voy a quejarme: mis padres, hasta la aparición de la enfermedad, han tenido una vida maravillosa, llena de alegrías y regalos: diez nietos, cuatro hijos que se aman.

Sí quiero ir a Zaragoza mañana. Sí quiero sufrir, sí quiero sentir dolor, sí quiero saber, si es por amor.

jueves, 9 de junio de 2022

Insectos

Este jueves tan normal y extraordinario como cualquier otro llega hasta la orilla de la noche. Se retirará empujado por el viernes y, detrás, el sábado y más allá el domingo y todas las olas que vendrán. Los insectos vuelan alrededor de la luz hipnótica de las farolas. Escucho el ruido de una moto al otro lado del río. Me siento bien en mis circunstancias actuales. Cansado, pero el cansancio me gusta, es como un anestésico, una prueba física de que el día existió y me consumió. Dormiré y mi cuerpo inerte y muerto se recuperará al margen de mi voluntad. Todo lo que nos sucede es, en cierta manera, mágico e inexplicable.

martes, 7 de junio de 2022

Migas en el bosque

Un nuevo día termina poco a poco. Ya he cenado. Una ensalada de judías verdes francesas, patata, tomate, huevo duro y anchoas. La llamamos "Ensalada del Molí" porque la primera vez que la comimos fue hace treinta años en un restaurante que se llamaba así en un pequeño pueblo de Girona.

Me he servido un whisky con mucho hielo. Hace calor. Ayer por la tarde casi noche salí al exterior, cerca del río, y estoy cubierto de picaduras de mosquito. Nunca he comprendido que a alguien le guste el verano, pero mi mujer es profesora y sólo tiene vacaciones en esa estación. Cuando se jubile nos iremos de vacaciones en marzo, en octubre, y al verano sobreviviremos con el aire acondicionado de casa y mi trabajo.

Estoy muy cansado. Tengo la cabeza llena de voces, de rostros, de preguntas, de problemas, también de alegrías, bebés recien nacidos, jubilados, y viudedades, invalideces, enfermedades y sufrimiento. Soy informador desde hace muchos, muchos años, y creo que, en general, las personas a las que he atendido me respetan e incluso me quieren un poco porque me dejo el alma en ellos, pero empiezo a estar muy cansado. Me acostaré temprano (para mí) y ojalá pueda dormir siete horas seguidas. Es cuanto necesito.

Mi hija me regaló unos cascos maravillosos, que eliminan el ruido exterior. Los utilizo mucho para oír música e incluso sólo para aislarme del exterior. Lo necesito, aunque todavía necesito más darle un abrazo. Ella vive en Noruega y no la hemos visto desde las navidades. Necesito verla y darle uno de mis abrazos de oso cuidadoso -ella es muy delgada y podría hacerle daño.

Leí ayer o antesdeayer que los blogs, estos diarios literarios en la red, están muertos, que no los lee nadie. Lo leí en un blog de una maravillosa autora a quien, por lo que sea, no le caigo bien, pero sus textos me gustan mucho. Yo no sé si están muertos, sé que, de quienes comenzamos, en mi caso en 2004 con "Innisfree", cada vez quedamos menos. Pero ¿qué importancia tiene eso realmente? No me gano la vida escribiendo. Me quité el capricho ganando un premio literario y publicando un minúsculo librito de poemas. Fui jurado de ese premio durante unos pocos años y salí huyendo de toda esa mierda. Si los diarios en la red están muertos o no, si son un ejercicio de narcisismo o un acto de comunión (que es lo que los míos pretenden ser), si algún día una tormenta solar hace desaparecer todos los satélites e internet se va a la mierda, en el fondo, ¿qué más da? No pasa nada, soy un adulto que escribe en internet las cosas que piensa y le suceden, una persona común y corriente que se siente unida a un río de millones de personas como él. Hago mapas en servilletas de bar, nada más. Migas en el bosque.

lunes, 6 de junio de 2022

Pardina

Sí que hay cosas nuevas bajo el sol. Bueno, en realidad no son cosas: son personas únicas e irrepetibles. Una de las ventajas de seguir vivo es que te permite conocer humanos que no conocías, seres dotados de un atractivo especial, una inteligencia en su mirada, una sonrisa, una bonhomía maravillosa. A mí me ha pasado hoy. Me ha pasado muchas veces en el trabajo, ante mí desfilan decenas de congéneres cada día, pero ha sido por la tarde, con un compañero de mi hijo, actualmente bombero forestal interino cubriendo un permiso de paternidad. Un compañero suyo que tiene mi edad. Hemos conectado, no puede decirse de otra manera. Somos muy distintos, o tal vez no (esto lo diría Carlos Miramón: no sois tan distintos, en absoluto lo sois, y tendría razón). Sí que hay cosas y descubrimientos y mundos nuevos y personas nuevas bajo el sol. Pardina, me has caído muy bien y te agradezo mucho que encontraras en el monte las llaves del coche que mi hijo perdió ayer. Eres especial, y lo sabes. Vivir es esto: la posibilidad de descubrir pequeños tesoros, personas nuevas, rostros y sonrisas nuevas.

lunes, 30 de mayo de 2022

Manrique

Me dejo llevar flotando boca arriba, los ojos cerrados aunque de color naranja por la luz del sol que se filtra a través de los párpados; los brazos y las piernas abiertas, el agua fresca bajo la parte inferior de mi cuerpo, mi cuerpo gordo y vivo flotando río abajo hacia el mar que es el morir.

sábado, 28 de mayo de 2022

Mortal

El verano se acerca prácticamente desnudo, gordo y descalzo sobre las calles, vestido con unos viejos pantalones cortos, sin camiseta, con gafas de sol, sudando impertérrito y con una sonrisa irónica dirigida directamente a mí.

Volvieron los aviones comunes y los vencejos con sus alas de guadaña y su vuelo acrobático en las tardes absurdas de un mundo absurdo.

Hoy cumplo cincuenta y nueve años. Nunca pensé que viviría tanto tiempo. Creo que moriré pronto, no sé por qué, aunque sé que lo que yo crea o deje de creer da exactamente igual. Pero si lo pienso en serio me digo a mí mismo que he vivido muy bien, que he amado y me han amado mucho, me aman todavía de hecho. En la edad media sería un anciano. En el futuro de los bebés que nacen ahora tal vez un hombre de mediana edad.

Últimamente rondan, en personas muy cercanas a mí, la tristeza, la muerte y la enfermedad. Me doy cuenta de que caminamos sobre un campo de minas. No sabemos si el próximo paso será el último. Pero no pasa nada: acepto lo que venga: he sido y soy aproximadamente feliz: me río en la cara del peligro. Creo en el amor y sí, joder: me río en la cara del peligro. Soy amado y amo. Feliz cumpleaños, tonto del higo, idiota, absurdo ser humano afortunado.