Echo de menos cuando mamá descolgaba el teléfono y podíamos hablar. Su voz, su voz llena de vida antes de extraviarse en la tarde. La enfermedad avanza ajena a los sentimientos, ajena a la razón, devorando recuerdos. Ya no se me rompe el corazón cuando contemplo su mirada perpleja, la mirada de una niña perdida en el bosque sin migas de pan en los bolsillos. Donde latía mi corazón ahora hay un pozo oscuro, denso, a veces palpitante, a veces muerto.
miércoles, 1 de febrero de 2023
domingo, 29 de enero de 2023
Meteoritos
Ni el hielo ni la arena ni el viento, la lluvia, terremotos, erupciones volcánicas, meteoritos: nada supera al pequeño tiempo, el pequeño amor.
domingo, 1 de enero de 2023
Nochevieja
Maite, Paula y yo volvemos de casa de mis padres atravesando las calles de Zaragoza. Somos caminantes del tiempo en una ciudad en la que grupos de personas, tiernamente vestidos de gala, vuelven o se dirigen a alguna parte. No hace frío en este lento fin del mundo.
domingo, 24 de julio de 2022
Que nada pesa
Por si muero esta noche o mañana aquí traigo mi alma, que nada pesa. He amado mucho y, para mi sorpresa, he sido amado. Los pájaros duermen en la oscuridad. Mi alma es esto: cuatro palabras. No me recordéis: el mundo amanece, la noche siempre pierde la batalla.
miércoles, 13 de julio de 2022
Infierno
Las aspas del ventilador giran mecánicamente pero ya casi me dan ganas de ponerles un nombre y quererlas como se quiere a una novia. Veintiséis grados de temperatura a la una de la mañana. Me ducharé y acostaré sin secarme del todo. Esto es el verano que tantas y tantas personas esperan todo el año, algo que nunca entenderé en este país, que se transforma en un infierno. El año que viene se jubila mi compañera, profesora, y por fin podremos irnos de vacaciones en marzo, o en octubre, o en febrero. Llevo media vida esperando eso. El verano es una soberana mierda pinchada en un palo. Y cada vez será peor, año tras año. Época de recogerse, como pasaba antaño con los inviernos antiguos. El calor me vuelve loco, afecta a mi cerebro. Voy a ducharme y acostarme mojado sobre la cama. Mañana será otro día.
jueves, 7 de julio de 2022
Vencejos
Los vencejos volando en el cielo a muchos metros de altura parecen insectos bajo las nubes negras de tormenta. No hay aves que vuelen como ellas y sus alas en forma de guadaña, cambiando de dirección a cada momento, más veloces que mi pensamiento que las mira. Días de tormentas de verano pasajeras, escandalosas, buscando llamar la atención y nada más -es un decir: las tormentas no piensan, sólo existen ajenas a nuestra existencia. En mi corazón los sentimientos permanecen durante días, durante meses. No lo puedo evitar. Al marido de una amiga mía muy íntima le han diagnosticado una enfermedad incurable que avanza a toda velocidad, y lloramos abrazados ella y yo, y después lloro en silencio al otro lado de mi mesa de trabajo, bajo una sonrisa profesional. Otra amiga, víctima del porcentaje de personas que desarrollan patologías poco conocidas tras haber sufrido el COVID, está desesperada, sin poder recuperar su vida previa, otra amiga a la que quiero muchísimo. Siento que la muerte y la enfermedad me rodean y acepto cualquier accidente que pueda sucederme mientras contemplo a los vencejos volar frente a nuestro apartamento junto al río. Vuelan a toda velocidad, quebrando su rumbo en una milésima de segundo, girando en el cielo bajo las nubes oscuras que luego descargarán fugazmente su tímida y adolescente tormenta de verano. Acepto lo que venga no por valor, el valor es absurdo fuera de la guerra; acepto lo que venga porque, es algo que he aprendido, no habrá otro remedio, no lo hay. Y no pasa nada. Cuando esta ciudad sea un cúmulo de ruinas los vencejos seguirán volando como insectos en el cielo, haciendo increíbles cabriolas bajo las nubes, volando como sólo ellos saben hacerlo, ajenos a la lejana memoria de nosotros.
martes, 28 de junio de 2022
Algo así como una mentira
Una serie de acontecimientos a mi alrededor en las últimas semanas y meses me han hecho darme cuenta de la fugacidad de nuestras certezas: todo puede cambiar en unos días, en unas horas, en unos minutos. Y debemos aceptarlo como aceptamos las tormentas y la lluvia. Más allá de esa aceptación por otra parte inevitable no hay mucho más que aprender. La fuerza del amor, siempre, y la inutilidad de las cosas futiles, las posesiones, las ambiciones mundanas. Esta mañana, a eso de las siete, cuando amanecía, una tormenta ha roto sobre Barbastro y ha empezado a llover. Ha llovido durante toda la mañana hasta la tarde. El olor de las calles y los jardines y el río no puedo definirlo salvo con una palabra: felicidad. Al mismo tiempo hay personas cercanas a mí que sufren y día a día se aproximan al mar que es el morir, mientras llueve y yo inhalo el aroma de la lluvia tras semanas de temperaturas extremas. La vida es algo muy extraño, algo así como una mentira, un sueño -lo sé: se dijo y escribió muchas veces. Voy a acostarme. Ya son más de las doce y mañana trabajo. Cerraré los ojos y moriré sin morir de verdad. O tal vez sí.
jueves, 23 de junio de 2022
La brisa de la noche
La brisa de la noche entra en mi apartamento a través de todas las ventanas abiertas e intenta, sin ser consciente de ello, insuflarme cierta esperanza en el futuro. Me gustan las metáforas desde que, a los doce años, comprendí lo que eran, el mágico artefacto. Es bonito tener recursos para expresar lo que no podríamos expresar de otra manera. La brisa de la noche me convierte en un ser humano posible, sonriente y bueno.
sábado, 18 de junio de 2022
Un hidroavión canadiense
Son las doce y cuarto de la madrugada. Las hélices del ventilador giran como los restos de un hidroavión canadiense estrellado en los bosques del ártico. Por un momento pienso en ese edén congelado. Ahora mismo hay veintiocho grados en esta habitación. Me tiendo desnudo sobre la sábana con el ventilador girando sin cesar. Sólo quiero soñar con lo que imagino que me haría feliz, nada más.
sábado, 11 de junio de 2022
Si es por amor
No quiero ir a Zaragoza mañana. No quiero que mi madre padezca de Alzheimer y mi padre esté cada día más agotado, más consumido. No quiero demorar más acostarme y dormir a pesar de estar a veintidos grados de temperatura. No quiero sufrir, no quiero sentir dolor. No quiero saber. Mañana iremos a Zaragoza y saldremos con mi madre y mi padre a tomar un vermú. Por la tarde volveré a su casa a eso de las siete. Y el domingo otra vez por la mañana. Mis dos hermanos que viven en Zaragoza se ocupan cada día. Quienes vivimos fuera, mi hermana pequeña y yo, nos turnamos. Todo está bien salvo la dureza de lo que nos ha tocado como familia, lo que les ha tocado a miles, seguramente millones de familias en el mundo. No voy a quejarme: mis padres, hasta la aparición de la enfermedad, han tenido una vida maravillosa, llena de alegrías y regalos: diez nietos, cuatro hijos que se aman. Sí quiero ir a Zaragoza mañana. Sí quiero sufrir, sí quiero sentir dolor, sí quiero saber, si es por amor.