domingo, 1 de febrero de 2009

Posibilidades

Llueve copiosamente cuando llevo a Carlos a casa de su amigo. La luz de las cinco y media de la tarde es oscura y turbia. Tras asegurarme de que ha entrado en el portal conduzco de regreso. Para tan breve trayecto no me he cambiado de ropa y visto un viejo pantalón agujereado en la entrepierna, una camisa de cuello desgastado y una chaqueta de lana cubierta de pelotillas de borra. Si me pasara algo, un pequeño choque, cualquier cosa. Cuando yo era niño mi madre tenía en cuenta ese tipo de posibilidades, decía que siempre había que ir bien limpio y arreglado por si acaso uno tenía un accidente. Lo recuerdo mientras las escobillas del limpiaparabrisas baten el cristal una y otra vez, lo recuerdo, sonrío y conduzco con mucho, muchísimo cuidado.

martes, 27 de enero de 2009

Sin título

Cada mañana conduzco hacia el oeste
con el sol saliendo detrás de mí. A los cuervos
y urracas les gusta la tierra que
mueven y apisonan grandes máquinas amarillas.
Contemplo las obras de la nueva autopista
y pienso en el amazonas. Pienso
en la luna, en marte, pienso en el futuro.

Algunas tardes regreso hacia el este
con el sol detrás de mí, su muerte comenzando
a borrar indiferente las horas y los caminos.
He recorrido muchos hasta llegar aquí, a
este instante preciso en el que escribo
"este instante preciso". No más allá,
no más lejos, no en otro lugar.

sábado, 24 de enero de 2009

El viento, el viento

El viento, el viento soplando sin cesar. Por la mañana tuve que salir a la terraza porque la cortina exterior se había soltado y, como una vela desarbolada en medio de la tormenta, restallaba violentamente contra el cristal. Pude recogerla y amarrarla al grifo de la manguera de agua. Luego me encargué de la mesa, que había sido volcada y arrastrada hacia la leña, le di la vuelta, las patas hacia arriba, y la acerqué al muro del sur, contra el viento.

El viento, el viento soplando sin cesar. Al mediodía supe que derribó un polideportivo en Barcelona matando a cuatro niños de entre nueve y quince años de edad. Estaban practicando béisbol. Pensé en mi hijo de once años muerto bajo los escombros. Durante unos segundos mi médula espinal se secó como una raíz muerta. Pronto aparecerán en las televisiones los rostros de unos padres destrozados, patéticamente ajenos a las cámaras por la incredulidad, el pánico, sus existencias rotas irremediablemente. Yo no veré esas imágenes, no, no las veré, me niego a verlas.

El viento, el viento ciego soplando sin cesar mientras el suelo gira lentamente bajo mis pies, centímetro a centímetro, minuto a minuto, adentrándose en la noche.

miércoles, 21 de enero de 2009

Kyrie eleison

Preparo para cenar conejo al ajillo que ha comprado mi mujer. A ella no le gusta pero a nosotros sí. Mientras las piezas se doran en el aceite pico una cabeza entera de ajos que añadiré luego. En el equipo de la cocina suena por enésima vez, he conseguido que la aborrezcan todos, la Gran Misa en do menor de Mozart. Bebo una copa de vino añejo casero que me regaló en navidad un antiguo compañero de trabajo ya jubilado, sabe un poco a coñac pero así bebido frío está bueno. Sé que todo esto, lo que me rodea, lo que cocino, lo que bebo, no es nada, minucias, migas, lo sé porque he leído del mundo, de la historia, del futuro imaginado, lo sé porque he viajado un poco, muy poco. Reduzco la potencia del fuego y vierto los ajos picados en la cazuela. Estoy informado sobre las guerras del presente, he estudiado algunas del pasado. Sé que el Océano Pacífico es más inmenso de lo que puedo imaginar. Comprendo el vértigo de millones de años concentrado en los estratos sedimentarios que las obras de la nueva autovía entre Huesca y Lérida han dejado al descubierto. Sé que la Tierra es nuestro único hogar, el de los muertos cuya canción canto cada día sin saberlo, el de nuestros hijos que sonríen a la luz del sol de invierno. Yo mismo soy sistema de universos bacterianos que morirán conmigo. Preparo una ensalada de bolsa, una de esas de brotes, hojas de mostaza y acelga roja tan ricas, abrir y servir, más fácil imposible, aliñada simplemente con sal, aceite de oliva y vinagre de Módena. Apago el fuego de la cazuela de conejo. El disco vuelve a comenzar en el Kyrie, una de mis preferidas. Tal vez pueda escucharla de nuevo mientras el guiso reposa un rato. Comienza la melodía, rítmica, preciosa, llena de armonía, y ahora entra el coro, primero las sopranos, luego las contraltos, después los tenores, a continuación los bajos. ¿Cómo es posible tanta belleza?



Mass in C minor, K. 427 "Grosse Messe": Kyrie - Mozart

domingo, 18 de enero de 2009

Tres y cuarto

Tres y cuarto de la madrugada. Una niebla cerrada cubre el pueblo entero. Casi todos los seres humanos a la redonda duermen con respiración acompasada, tendidos en sus cálidos lechos. Vuelan despacio sobre campos, ríos y ciudades abandonadas hace siglos; tienen relaciones sexuales con compañeros de trabajo; hablan con sus padres fallecidos. La casa navega en silencio.

domingo, 11 de enero de 2009

Consunción

Siempre me sorprende la velocidad a la que se consume la leña en la chimenea. Poco importa el tamaño de los troncos, poco importa tu estado de ánimo o las expectativas de la humanidad entera. También en eso el fuego se parece a la lluvia.

jueves, 8 de enero de 2009

Viajes en el tiempo

Anoche soñé con extraños viajes temporales donde aparecía una clínica, alguien muy parecido a Francisco de Goya, un maizal, caminos encharcados, una diligencia, un paseo marítimo de suelo enlosado con piezas de cerámica en forma de ondas.

Hoy durante la cena comenzaba en la televisión una película alemana, "El enigma de Jerusalén", tan mala que casi resultaba enternecedora, donde se contaba un viaje temporal a la época de Jesucristo. La historia arranca cuando unos arqueólogos encuentran un esqueleto de dos mil años de antiguedad y, a su lado, el manual de una cámara de vídeo de la marca SONY. Genial.

Siempre me han apasionado los cuentos y películas donde se narran viajes en el tiempo. Las paradojas imposibles, todo eso. Leí cuando era adolescente un relato maravilloso que narraba un futuro donde los condenados por motivos políticos eran sentenciados al martillo, un artefacto que los enviaba al pasado más remoto sin posibilidad de regreso. El protagonista del cuento arribaba a un lugar desolado en el que otros condenados como él sobrevivían a duras penas en un rudimentario campamento junto al mar. La escena que quedó grabada para siempre en mi cerebro es aquella en la que el exiliado se acerca a la orilla y observa perplejo unos trilobites en las aguas someras. Aunque probablemente he idealizado esa historia daría lo que fuera por volver a leerla.

Cuando imagino viajes temporales nunca imagino apariciones espectaculares en medio de la batalla de Waterloo, al pie de la cruz de Cristo o cabalgando en camello junto a Mahoma, no, lo que imagino se parece más a lo que nos sucedería si un globo aerostático nos depositase en un valle recóndito del interior de Papúa Nueva Guinea: es posible que no encontrásemos a nadie, o tal vez sí, y en ese caso en vez de indígenas barrigudos con largas calabazas a modo de estuche peneano nos toparíamos con ciudadanos romanos, con hititas, con campesinos aztecas, con hombres de Neandertal.

martes, 6 de enero de 2009

Noche de reyes

Una luz refulge en la noche, y otra, y otra, rumbo a sus objetivos. Los reyes avanzan a través de los campos dejando sobre la tierra una huella profunda, pues cargan consigo pesadas raciones de campaña, cuchillos, puños americanos, iPods, abundante munición para sus armas, mapas, planos, cantimploras, granadas de fragmentación, cámaras de vídeo en los cascos, una capa impermeable. Los reyes avanzan dejando huellas profundas en la tierra fértil. Los reyes avanzan en silencio hacia Belén.

Ventanuco

Regreso de Asturias alejándome del buen tiempo y penetrando kilómetro a kilómetro en la gélida niebla. Quedan atrás los valles verdes, sus laderas cubiertas de bosques de eucaliptos, pequeñas aldeas, una playa, dos ciudades; quedan atrás días de convivencia familiar, volver a decir mamá y papá a cada rato, ser llamado tío por las sobrinas más pequeñas, estar con mis hermanos; quedan atrás los primeros pasos de este nuevo año que suavemente comienza a precipitarse. Grande es el mundo, y tan pequeño como mi vida.