1.
El sábado fui a visitar a mi mejor amigo. En Binéfar había mucha niebla y el termómetro del coche señalaba cuatro grados, pero en Gerona marcaba dieciocho y un sol radiante brillaba en el cielo cuando C. vino a buscarme en su moto a la salida de la autopista.
Después de comer estuvimos paseando por el Call, el viejo barrio judío. Al contrario que la periferia, que ha crecido desmesuradamente, la ciudad medieval estaba igual que aquellos lejanos y lluviosos días de diciembre en los que la recorrí por primera vez, recién llegado y solo.
Tras tomar un café en un bar junto a las escaleras de la catedral nos fuimos a la preciosa casa que F., la amiga de C., tiene en Canet d'Adri, el lugar donde íbamos a preparar una cena para dieciocho personas.
2.
A pesar de que nos habíamos acostado pasadas las cuatro de la madrugada no pude evitar despertarme a las ocho y media de la mañana del domingo. Una luz clara y verdosa entraba a raudales a través del cristal, iluminando el suelo de la habitación.
Antes de mi partida fuimos los tres a caminar un rato por un bosque cercano. El olor de los robles, la hierba y los helechos me hizo casi tan feliz como la compañía. A la vuelta nos despedimos en la calle, subí al coche y regresé a la autopista.
Persistía la niebla cuando entré en Binéfar, pero al abrir la puerta de mi casa el frío y la humedad de la calle quedaron inmediatamente atrás. Aunque sólo había estado fuera una noche el calor de la bienvenida fue el mismo que si hubiese faltado durante mucho tiempo.
lunes, 21 de enero de 2008
Bienvenidas
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2 comentarios:
Jesús, no se si eres real o de ficción. Da igual. Me resultas super relajante. Efecto medicina! Ja, ja gracias.
Yo tampoco sé con total seguridad si soy real o de ficción, pero si lo que escribo te sirve me siento bien.
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