La mujer caminaba delante de mí en el puente del Amparo sobre el río Vero, en Barbastro, cuando de repente ha resbalado y ha caído al suelo estrepitosamente, golpeándose la cabeza contra el suelo. Me he acercado corriendo y la he tomado de los hombros. Ella estaba confusa. ¿Qué me ha pasado?, preguntaba llevándose la mano al cuero cabelludo. Otro hombre que también se había acercado ha dicho: ha pisado una cagada de perro, señora, no hay derecho, habría que meter al dueño en la cárcel. Entonces me he dado cuenta de que bajo su cuerpo había un excremento canino totalmente aplastado, gran parte del cual había ido a pringar el lateral del pantalón de pana de la mujer. La hemos sentado en la escalera de entrada de una cercana entidad financiera. ¿Quiere que la acerquemos al ambulatorio?, le he preguntado. No, no, ha dicho, ya estoy mejor, sólo será un chichón... y esto, ha comentado con una mueca de asco mientras se señalaba el manchurrón de porquería en su ropa. La gente rodeaba la boñiga chafada y nos miraba fugazmente al pasar. ¿Está segura?, le he dicho. Sí, sí, gracias, ha contestado, me iré a casa. ¡Es una vergüenza!, decía mi compañero de socorro, ¡una verdadera vergüenza, habría que llamar a la policía! Sin hacerle caso he ayudado a la señora a ponerse en pie, le he dicho adiós, cuídese, y he seguido mi camino.
viernes, 22 de febrero de 2008
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4 comentarios:
Jesús: sin comentarios, aunque siempre te queda el espectáculo de quien encuentra motivo para meter en la cárcel a alguien.
¿Y si el perro fuera un vagabundo?
Claro que me puede el tener un amigo cmo Goyerri.
Y por cierto, bien descrita la situación.
Hola, Luis, yo estoy casi seguro de que el perro causante del accidente era un perro vagabundo, como bien dices, y de lo que estoy absolutamente seguro es de que aquel ciudadano era un verdadero energúmeno, más preocupado de montar un follón que de ayudar a la pobre mujer.
Ufff, menos mal!
Como propietaria de perros armada hasta las cejas de bolsas de todo tipo para evitar estas incidencias ya estaba temblando.
El otro día estaba dando un paseo por La galea, una zona que hay un paseo, sí pero a los lados está lleno de campo, un acantilado junto al mar. Eran las diez o diez y media de la noche y estábamos los sacaperros. Damos paseos, ellos corren por el verde y charlamos cuando se tercia.
Y en estas iba una pareja como de cincuenta años caminando y cruzó delante de ellos una perrucia de esas que se llevan en el bolso.
La señora se puso como loca diciendo que nos iba a denunciar a todos a la policía municipal, a grito limpio.
Un señor mayor que llevaba un cachorro en brazos le dijo."señora, por mucho que llame a la policía, lo que le pasa a usted no se le quita así que venga la Guardia Nacional".
Menos mal que eso les dejó turulatos, que si no sigue aún gritando.
Como está el patio!
M.
Hola, Miranda, es que hay personas muy alteradas, que viven en un estado de permanente indignación. Yo las evito y no les hago ni caso, claro. Buenos y tranquilos días.
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