Avanzo a través del inmenso centro comercial, abierto en domingo. Hace mucho calor, sobre todo en la zona de las tiendas de moda textil. ¿Cuántas personas nos hemos reunido aquí? ¿Mil, cinco mil, diez mil? ¿Cuántas son portadoras de un tumor que todavía no conocen? ¿Cuántas están pensando secretamente en separarse de sus parejas, pensando en cuándo y cómo se lo dirán? ¿Cuántas a punto de declarar su amor a quien camina a su lado? ¿Cuántas personas de las que me rodean ignoran que todo va a ir bien, que serán felices?
Miro a mi alrededor y pienso en un hormiguero. También los cementerios estarán rebosantes hoy de visitantes de este mundo, ruidosos oferentes de flores armados con gamuzas, limpiacristales, memoria, ternura, nostalgia, fragilidad.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Todos los santos
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8 comentarios:
"¿Cuántas personas de las que me rodean ignoran que todo va a ir bien, que serán felices?"
Geniial perspectiva.
Sobrellevan el tiempo a cuestas sin saberlo; sin poder remediarlo tampoco. Sólo los muertos dejaron de cargarlo...
Un abrazo
Buenísimo, Jesús. Todo. Y parece que estoy viendo a los "ruidosos oferentes de flores armados con gamuzas, limpiacristales, memoria, ternura, nostalgia, fragilidad."
Eres un gran escriba de la realidad. Observas, ves, y sabes reflejarlo. Hay muchas personas que miran sin ver, y entre los que ven, pocos lo describen tan bien. Enhorabuena, siempre es un placer pasar por aquí.
Un placer, desde luego.
Hola, Nán, es que las buenas noticias las desconocemos del mismo modo que las malas.
Hola, Gemma, quienes me conocen y me leen desde hace tiempo saben el concepto que tengo de los héroes de verdad, ayer me di cuenta que coincide con el que tengo de los santos. Un abrazo.
Muchas gracias, Elvira, eres muy amable conmigo. Fuimos al cementerio a última hora de la tarde y todavía estaba a rebosar de gente. En las tumbas de los abuelos Antonio y Josefina, mis suegros, alguien, no sabemos quién, había dejado flores frescas. Por supuesto, como otras veces a lo largo del año, limpiamos el mármol con gamuza y limpiacristales y pensamos en ellos con cariño.
Portorosa, Elvira, el placer es mío. (El tiempo ha cambiado, se ha levantado un cierzo frío y violento que me obligaba a corregir constantemente el volante del coche de regreso al pueblo).
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