El año dos mil veintiuno se precipita cada día a más velocidad hacia el diminuto, pequeñísimo, ojo de la aguja. Somos los mismos y nunca somos, exactamente, los mismos. Amamos la belleza, amamos el amor, querer, ser queridos, amamos los viñedos y, al fondo del horizonte, la nieve en las montañas. Si alguien me preguntase qué hacer para mantener este tesoro le diría: seguir adelante. Sigue adelante, camina a través del campo, detente a examinar las huellas de los jabalíes, las de garduñas y zorros y bicicletas de montaña. Todo acaba y comienza. Así sucederá. No de otra manera.
miércoles, 22 de diciembre de 2021
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